Anónimo III (Siglos XVII al XVIII)
ROMANCE DEL CABALLERO
Madre, un caballero
que a las
fiestas sale,
que mata los
toros
sin que ellos le maten;
más de cuatro veces
pasó por mi calle,
mirando mis ojos;
porque le mirase.
¡Rabia le dé, madre,
rabia que le mate!
Música me daba
para enamorarme,
papeles y cosas
que las lleva el aire;
siguióme a la iglesia,
siguióme al baile,
de día y de noche,
sin querer dejarme.
¡Rabia le dé, madre,
rabia que le mate!
Viéndome tan dura,
procuró ablandarme
por otro camino
más
dulce y suave.
Dióme unos añillos
con unos corales;
zarzillos de plata.
botillas i guantes.
Dióme unos corpiños
con unos cristales.
¡Negros fueron ellos,
pues negros me salen!
¡Rabia le dé, madre,
rabia que le mate!
Perdí el desamor
con las libertades,
quísele bien luego,
bien le quise, madre.
Empecé a quererle,
empezó a olvidarme,
muérome por él,
no quiere él mirarme.
¡Rabia le dé, madre,
rabia que le mate!
Pensé enternecerle,
¡mejor mala landre!
¡Halléle más duro
que unos pedernales!
Anda enamorado
de otra de buen talle,
que al primer billete
le quiso de balde:
¡Rabia le dé, madre,
rabia que le mate!
¡Nunca yo lo fuera
madre, miserable,
pues no hay interés
que al fin no se pague!
¡Mal haya el presente
que tan caro sale!
¡Y mal haya él,
que tanto mal sabe!
¡Rabia le dé, madre,
rabia que le mate!
Y al correr la plaza
con otros galanes,
caída dé él solo
que no se levante;
salga de las fiestas
tal, que otros le saquen,
y, cuando estas cosas,
madre, no le alcancen
¡Rabia le dé, madre,
rabia que le mate!