EL CARIÑO DE UNA MADRE
En mi desierto candente
cuando el sol más calentaba,
oasis de agua y palmeras
yo creí que me encontraba.
Era un espejismo madre
de mi propia calentura,
y lloraba al descubrirlo
como una débil criatura.
Quisiera por un momento
en un vergel encontrarme,
como leía en los cuentos
por la noche al acostarme.
Pero esta fiebre me mata
y concentrarme no puedo,
quédese madre a mi lado
porque me muero de miedo.
Léame un cuento de aquellos
que de niña me leía,
de duendes y princesitas
que también me describía.
No se vaya de mi lado
quédese junto a mi vera,
que sin su presencia madre
van a comerme las fieras.
Voy a sentirme segura
solo cogiendo su mano,
que el cariño de una madre
lo ansía cualquier humano.
Teniéndola aquí a mi lado
ya no tendré desconcierto,
y estaré en aquel oasis
o vergel, en el desierto.
Pa. Sa. Ma.