AL
LIBRO
Hoy he vuelto a tus brazos, fiel
amigo,
acaricié tu satinada piel
y me culpo de haber sido tan cruel
y olvidar tus desvelos y tu abrigo.
Amanecer, la aurora por testigo
de tus páginas
dulces como miel,
tozuda me empeñaba en ver la hiel
fustigándome en mi absurdo castigo.
¡Cuántas veces miraba tu abandono
tan paciente, callado, solitario!
¡Cuántas veces y no me lo perdono!
¡Muchas veces burlóse el calendario
de mi lucha implacable contra el crono!
Mis pesares te los dejo en mi diario.
Noemí