Gozo daba mirar aquel niño,
Daba gloria verlo
Siempre fino, formal, aplicado
Siempre amable gracioso y atento
Diez años tenía y ya en su mirada
Se veía la chispa del genio
En la blanca losa de su frente pura
Refulgía un extraño fulgor de misterio
Mal haya la intrusa, que a veces es ciega
Mal haya el destino
Que lo mismo troncha los troncos añosos
Que quiebra los tallos gentiles y nuevos
En la cama del niño entró ella
Ansiosa de vidas, ansiosa de cuerpos
y llevóse con él quince días
Una lucha cruel sosteniendo,
Y apretando con saña su víctima
Dejó a mi querido discípulo muerto.
Al día siguiente cuando entré en la escuela
Y ocuparon los niños sus puestos
Y vi que en el sitio mejor ya no estaba
El mas aplicado de mis rapazuelos…
Cuando vi su mochila olvidada
Y un libro sin dueño
Y una pluma que ya de aquel niño
Jamás grabaría claros pensamientos
Apreté tembloroso las manos
La cabeza incliné sobre el pecho
Y pensé con dolor en mi obra
Hecha polvo en un triste momento
Entre tanto los niños charlaban
Muy bajo, muy quedo
Pero al verme a mí mismo encerrado
Sin mandar del trabajo el comienzo
Aumentaron las charlas ingenuas
Creció el clamoreo
Y de las sutiles voces de la infancia
Como cascabeles cesaron los ecos
Ellos en la escuela, yo lejos, muy lejos
Daba gloria verlo
Siempre fino, formal, aplicado
Siempre amable gracioso y atento
Diez años tenía y ya en su mirada
Se veía la chispa del genio
En la blanca losa de su frente pura
Refulgía un extraño fulgor de misterio
Mal haya la intrusa, que a veces es ciega
Mal haya el destino
Que lo mismo troncha los troncos añosos
Que quiebra los tallos gentiles y nuevos
En la cama del niño entró ella
Ansiosa de vidas, ansiosa de cuerpos
y llevóse con él quince días
Una lucha cruel sosteniendo,
Y apretando con saña su víctima
Dejó a mi querido discípulo muerto.
Al día siguiente cuando entré en la escuela
Y ocuparon los niños sus puestos
Y vi que en el sitio mejor ya no estaba
El mas aplicado de mis rapazuelos…
Cuando vi su mochila olvidada
Y un libro sin dueño
Y una pluma que ya de aquel niño
Jamás grabaría claros pensamientos
Apreté tembloroso las manos
La cabeza incliné sobre el pecho
Y pensé con dolor en mi obra
Hecha polvo en un triste momento
Entre tanto los niños charlaban
Muy bajo, muy quedo
Pero al verme a mí mismo encerrado
Sin mandar del trabajo el comienzo
Aumentaron las charlas ingenuas
Creció el clamoreo
Y de las sutiles voces de la infancia
Como cascabeles cesaron los ecos
Ellos en la escuela, yo lejos, muy lejos