Ausente quedó el hogar,
por todas partes vacíos,
poco a poco nos quedamos
desnudos y sin abrigo,
sólo el silencio transcurre
por nuestra senda de frío.
Cuando más falta nos hace
se ha deshecho nuestro nido,
todo el oro de las tardes
se lo han llevado los hijos
y el albor de la alegría
nos ha dejado sin brillo.
Ya le llegó el deterioro
aquel hogar tan sencillo
amasado con sudores
y de sueños bendecidos,
donde la paz y el respeto
fue pan de nuestro cariño.
Al final de nuestra vida,
después de un largo camino,
cuando los dolores muerde
con la vejez dando gritos,
nos quedamos solos, solos,
como abandonados niños.
Recordando se va el tiempo,
de vez en vez, un suspiro
que se pierde en la distancia
sin repuesta en su gemido:
tan sólo el dolor contesta
con el silencio maldito.
Nuestro hogar se derrumbó
y nada ya es lo mismo.
¡Ay! el dolor que nos queda...,
cuando se nos van los hijos!
por todas partes vacíos,
poco a poco nos quedamos
desnudos y sin abrigo,
sólo el silencio transcurre
por nuestra senda de frío.
Cuando más falta nos hace
se ha deshecho nuestro nido,
todo el oro de las tardes
se lo han llevado los hijos
y el albor de la alegría
nos ha dejado sin brillo.
Ya le llegó el deterioro
aquel hogar tan sencillo
amasado con sudores
y de sueños bendecidos,
donde la paz y el respeto
fue pan de nuestro cariño.
Al final de nuestra vida,
después de un largo camino,
cuando los dolores muerde
con la vejez dando gritos,
nos quedamos solos, solos,
como abandonados niños.
Recordando se va el tiempo,
de vez en vez, un suspiro
que se pierde en la distancia
sin repuesta en su gemido:
tan sólo el dolor contesta
con el silencio maldito.
Nuestro hogar se derrumbó
y nada ya es lo mismo.
¡Ay! el dolor que nos queda...,
cuando se nos van los hijos!