He apoyado la frente en el cristal...

He apoyado la frente en el cristal
frío, empañado, con trasluz de invierno.
Escribí el nombre de ella y, a través
de las líneas que trace con el dedo,
la ha visto en un paraje solitario
con el mar y las rocas en la noche.
Al fondo, las estrellas: de pronto, las gaviotas
alzan el vuelo como un resplandor
al paso de una barca. Me he engañado:
detrás de la ventana hay una calle
que el alba hace más triste, sin un alma,
con coches aparcados.
Tras las líneas comienza a amanecer:
el sol naciente borrará ese nombre
en la escarcha rosada del cristal.