¿Qué decís y qué hacéis, niña mía?...

¿Qué decís y qué hacéis, niña mía?
¿En qué soñáis? ¿Pensáis acaso en mí?
¿Acaso no os preocupa mi desmayo,
y este penar por vos que me envenena?

Por vuestro amor mi corazón se agita
y ante mis ojos yo os veo sin cesar,
ausente os escucho y aun os oigo,
y sólo vuestro amor suena en mi pensamiento.

Siempre están vuestros ojos, vuestras gracias
y encantos
en mí grabadas y también los lugares
donde os viera danzar, leer y hablar.

Os tengo como mía, y si yo no soy mío,
vos sois la sola que en mi pecho respira,
mi ojo, mi sangre, mi desgracia y mi bien.