La luna salió descalza
a vigilar los caminos
con bufanda algodonada
y luces de llanto y trigo.
Con el miedo de las sombras
se metió entre los olivos,
y un olivar plateado
mandó sus sombras al río.
- ¡Niño, deja de mirarme,
que esa canela de lirios
aprieta tarde mis sienes
en las luces del olvido!
- No puedo, luna. Tú sabes
que el ocaso es mi delirio
y mi corazón se torna
con la plata dulce y frío.
Y la luna se marchó
con tristeza de mendigo,
mientras un viento de luz
desnudaba los olivos.
a vigilar los caminos
con bufanda algodonada
y luces de llanto y trigo.
Con el miedo de las sombras
se metió entre los olivos,
y un olivar plateado
mandó sus sombras al río.
- ¡Niño, deja de mirarme,
que esa canela de lirios
aprieta tarde mis sienes
en las luces del olvido!
- No puedo, luna. Tú sabes
que el ocaso es mi delirio
y mi corazón se torna
con la plata dulce y frío.
Y la luna se marchó
con tristeza de mendigo,
mientras un viento de luz
desnudaba los olivos.