LOS QUE LES GUSTA PLAGIAR
Sus cerebros no responden
de ser primeros actores,
y en malas letras esconden
sus plagios de escribidores.
Nada les dicen las leyes
ni tampoco el firmamento,
se piensan que son los reyes
del más fervoroso cuento.
Plagiar sin hacer trabajo
para que así les adoren,
no quieren estar debajo,
sueñan que les condecoren.
Copiar sin ningún sentido
es ser semilla del diablo,
quien tiene su fe perdida
no tiene ningún vocablo.
Los caminos de la vida
siempre te marcan destino,
el plagio es una medida
del cerebro en desatino.
Donde la mente no alcanza
nos llegará el copiador,
el jamás hará balanza
de los derechos de autor.
Promesas en sus mensajes
de falsas hipocresías,
el plagio tiene bagajes
que son de puro mesías.
Las letras parecen tristes
al conocer su andadura,
aunque a veces se resisten
al ver algún cara dura.
Los plagios nunca terminan
en el mundo de las letras,
pocas veces determinan
que son falsas sus recetas.
G X Cantalapiedra.
Sus cerebros no responden
de ser primeros actores,
y en malas letras esconden
sus plagios de escribidores.
Nada les dicen las leyes
ni tampoco el firmamento,
se piensan que son los reyes
del más fervoroso cuento.
Plagiar sin hacer trabajo
para que así les adoren,
no quieren estar debajo,
sueñan que les condecoren.
Copiar sin ningún sentido
es ser semilla del diablo,
quien tiene su fe perdida
no tiene ningún vocablo.
Los caminos de la vida
siempre te marcan destino,
el plagio es una medida
del cerebro en desatino.
Donde la mente no alcanza
nos llegará el copiador,
el jamás hará balanza
de los derechos de autor.
Promesas en sus mensajes
de falsas hipocresías,
el plagio tiene bagajes
que son de puro mesías.
Las letras parecen tristes
al conocer su andadura,
aunque a veces se resisten
al ver algún cara dura.
Los plagios nunca terminan
en el mundo de las letras,
pocas veces determinan
que son falsas sus recetas.
G X Cantalapiedra.
CANTALAPIEDRA, mi felicitación. Tienes una pluma ligera y fácil de entender. Saludos. Os dejo estas letrillas.
ENVIDIANDO AL ESCRITOR
¡Qué le digo yo al teclado!
Que no me sabe escribir,
Un poema que sea hermoso,
Que yo pueda presumir.
Siendo las teclas iguales;
Estas no saben hacer,
Versos como los que hacía;
Aquel Chaval que se fue.
De nombre, Miguel Hernández;
Qué bien supo retratar,
Las cosas que les pasaban,
A la gente del lugar.
Me voy fijando en sus letras,
Quiero recordar poesías,
Y en seguida me doy cuenta,
Que tiro, por otra vía.
Quiero recordar la vida,
Y aquellas gentes de antaño.
Retratarlas y ponerlas;
Y me llevo un desengaño.
No me salen las palabras,
Que las puedas retratar.
Y peleo conmigo mismo;
No lo puedo remediar.
De los que iban descalzos,
Sin calzados que poner
Y sin nada que llevar;
A un puchero sin hacer.
Porqué no sabré narrar,
Esas cosillas de antaño.
Esos hombres y mujeres,
Que a nadie le hicieron daño.
Con una mísera vida;
Y sin trabajos que hacer.
Y sin un chusco de pan,
¡Solo! agua para beber.
Me rebelo yo mil veces;
Antes esta situación.
Mientras unos no tenían,
A otros les sobraba todo.
Que míseras y puñeteras;
La vida tuvo que ser.
Sentaditos en la plaza,
Esperando, ¡no se a quien!
Esos hombres y mujeres,
En los inviernos, arrancando;
Las jaras, bien agarradas,
Y de herramientas, sus manos.
Y los inviernos, tan crudos;
Con aceitunas heladas,
Por caminos embarraos,
Y por trochas atascadas.
Esos veranos dorados;
Con las espaldas al sol.
Apañando las higueras,
Y segando con la hoz.
A. E. I.
ENVIDIANDO AL ESCRITOR
¡Qué le digo yo al teclado!
Que no me sabe escribir,
Un poema que sea hermoso,
Que yo pueda presumir.
Siendo las teclas iguales;
Estas no saben hacer,
Versos como los que hacía;
Aquel Chaval que se fue.
De nombre, Miguel Hernández;
Qué bien supo retratar,
Las cosas que les pasaban,
A la gente del lugar.
Me voy fijando en sus letras,
Quiero recordar poesías,
Y en seguida me doy cuenta,
Que tiro, por otra vía.
Quiero recordar la vida,
Y aquellas gentes de antaño.
Retratarlas y ponerlas;
Y me llevo un desengaño.
No me salen las palabras,
Que las puedas retratar.
Y peleo conmigo mismo;
No lo puedo remediar.
De los que iban descalzos,
Sin calzados que poner
Y sin nada que llevar;
A un puchero sin hacer.
Porqué no sabré narrar,
Esas cosillas de antaño.
Esos hombres y mujeres,
Que a nadie le hicieron daño.
Con una mísera vida;
Y sin trabajos que hacer.
Y sin un chusco de pan,
¡Solo! agua para beber.
Me rebelo yo mil veces;
Antes esta situación.
Mientras unos no tenían,
A otros les sobraba todo.
Que míseras y puñeteras;
La vida tuvo que ser.
Sentaditos en la plaza,
Esperando, ¡no se a quien!
Esos hombres y mujeres,
En los inviernos, arrancando;
Las jaras, bien agarradas,
Y de herramientas, sus manos.
Y los inviernos, tan crudos;
Con aceitunas heladas,
Por caminos embarraos,
Y por trochas atascadas.
Esos veranos dorados;
Con las espaldas al sol.
Apañando las higueras,
Y segando con la hoz.
A. E. I.