RIMAS SAGRADAS...

RIMAS SAGRADAS

¿Qué ceguedaz me trujo a tantos daños?
¿Por dónde me llevaron desvaríos,
que no traté mis años como míos,
y traté como propios sus engaños?

¡Oh puerto de mis blancos desengaños,
por donde ya mis juveniles bríos
pasaron como el curso de los ríos,
que no los vuelve atrás el de los años!

Hicieron fin mis locos pensamientos,
acomodóse al tiempo la edad mía,
por ventura en ajenos escarmientos.

Que no temer el fin no es valentía,
donde acaban los gustos en tormentos,
y el curso de los años en un día.

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Pastor que con tus silbos amorosos
me despertaste del profundo sueño,
Tú que hiciste cayado de ese leño,
en que tiendes los brazos poderosos,

vuelve los ojos a mi fe piadosos,
pues te confieso por mi amor y dueño,
y la palabra de seguirte empeño,
tus dulces silbos y tus pies hermosos.

Oye, pastor, pues por amores mueres,
no te espante el rigor de mis pecados,
pues tan amigo de rendidos eres.

Espera, pues, y escucha mis cuidados,
pero ¿cómo te digo que me esperes,
si estás para esperar los pies clavados?
Lope de Vega