Gracias Cabrero, es un hecho real que afortunadamente...

Era un trece de agosto, luna llena,
una noche de toros de verano,
un gran astado al que de DIOS su mano
apartó al hombre-niño de la escena.

Tembló el tendido viendo la faena
junto al desvarío en el ser humano,
gritó el graderío y rezó el pagano
ante ese chiquillo inerme en la arena.

No se tiñó de rosas el albero,
la noche siguió oliendo a jazmín;
lo guardaba DIOS, LA LUNA Y UN LUCERO.

El festejo llegaba ya a su fín
y ese niño que quiso ser torero,
a la luna observaba en su confín.

Salvando las distancias, poema emulando el estilo de RAFAEL MORALES.

lo guardaba DIOS, LA LUNA Y UN LUCERO. (HAGO SINALEFA EN AYU)

Precioso poema, Noemi. Muestra tu gran sensibilidad y tu arte al fotografiar los acontecimientos.
No obstante, lo que Rafael Morales suele retratar es más bien el aspecto táurico, en lugar del taurino. O sea, que a este poeta lo que le interesa es el toro en sí mismo, en su medio y en su ambiente, más que la tauromaquia, que trata del arte y de la fiesta del toreo.

Gracias Cabrero, es un hecho real que afortunadamente quedó en "nada".