Antonio Peña
20 de febrero
Te quiero.-
Te quiero, amada mía, dulce flor de mi amor,
sanaste mis heridas con tu blando calor.
Te quiero, mi delicia, aunque lejos estés
que ni lloros ni ruegos mi vida te hagan ver.
Te quiero hoy dichoso al saber que tu estás
muy dentro de mi pecho del que nunca saldrás.
Te quiero porque eres de mi vida la luz
que rompió las tinieblas cúando llegaste tú.
Te quiero mi amapola por la dulce inquietud
que a mi lado trajiste, robándome la paz,
con plena indiferencia, sin vivir de verdad
pues sé que me faltaba del amor la bondad.
Te quiero a tí, coqueta, que juegas con mi amor,
pero que por ser tuyos son juegos sin dolor.
Te quiero aunque no quiera mi pensamiento dar
al corazón permiso para quererte más.
Te quiero con delirio, con pasión sin igual,
a tu sombra yo envidio porque contigo está.
Te quiero en la alborada del verano triunfal
que quema con los rayos del Sol inmemorial.
Te quiero en el otoño de triste atardecer,
en que la hojas mustias por los aires se van,
se van mis alegrías con el frío glacial
del corazón sombrío pero que ama igual.
Te quiero en el invierno a cuyo frío austral
el caluroso aliento de mi amor vencerá.
Te quiero en primavera ya que ella permitió
verte por vez primera y mi amor se incendió.
Te quiero en estaciones que ignoradas hoy son
y en ficticias regiones de este mundo burlón.
Te quiero en mil planetas, te quiero en la ilusión,
te quiero en vanos sueños, te quiero en la oración
que repiten mis labios a la Tierra y al Sol,
a la esencia del mundo que vibra en la Creación.
20 de febrero
Te quiero.-
Te quiero, amada mía, dulce flor de mi amor,
sanaste mis heridas con tu blando calor.
Te quiero, mi delicia, aunque lejos estés
que ni lloros ni ruegos mi vida te hagan ver.
Te quiero hoy dichoso al saber que tu estás
muy dentro de mi pecho del que nunca saldrás.
Te quiero porque eres de mi vida la luz
que rompió las tinieblas cúando llegaste tú.
Te quiero mi amapola por la dulce inquietud
que a mi lado trajiste, robándome la paz,
con plena indiferencia, sin vivir de verdad
pues sé que me faltaba del amor la bondad.
Te quiero a tí, coqueta, que juegas con mi amor,
pero que por ser tuyos son juegos sin dolor.
Te quiero aunque no quiera mi pensamiento dar
al corazón permiso para quererte más.
Te quiero con delirio, con pasión sin igual,
a tu sombra yo envidio porque contigo está.
Te quiero en la alborada del verano triunfal
que quema con los rayos del Sol inmemorial.
Te quiero en el otoño de triste atardecer,
en que la hojas mustias por los aires se van,
se van mis alegrías con el frío glacial
del corazón sombrío pero que ama igual.
Te quiero en el invierno a cuyo frío austral
el caluroso aliento de mi amor vencerá.
Te quiero en primavera ya que ella permitió
verte por vez primera y mi amor se incendió.
Te quiero en estaciones que ignoradas hoy son
y en ficticias regiones de este mundo burlón.
Te quiero en mil planetas, te quiero en la ilusión,
te quiero en vanos sueños, te quiero en la oración
que repiten mis labios a la Tierra y al Sol,
a la esencia del mundo que vibra en la Creación.