Lo de siempre. El problema no es del que cuenta lo que quiere, el problema es del que se lo cree, porque somos adultos, tenemos sentido común, miramos alrededor nuestro, y sacamos nuestras propias conclusiones. Si después de todo ésto seguimos creyendo las mentiras que nos cuentan, el problema es nuestro.
En la vida de cada persona surge un momento en el que se pregunta sobre sus logros alcanzados. Es muy triste para aquellos que no consiguieron realizar nada que los acercara a Dios. Esta tristeza es muchísimo mayor después de muerto el cuerpo, cuando comprueba su proximidad o lejanía de Él.