Ahí donde están las mesas de piedra, justo enfrente de la Fuente del Cura. Un agua fresquísima que nos llevábamos siempre cuando íbamos a nuestra casa porque era la única casa del pueblo a la que dejaron sin agua. En el pueblo de las mil fuentes como yo le llamo.
Cuando se murió mi
abuelo, mi
abuela se quedó hundida y entonces se vino con nosotros a Ciruelos del Pinar. Mientras estaba allí con nosotros pusieron agua a todos menos a nosotros. Una mezquindad que no me callaré en la vida.
Y mi abuela nos recomendaba y nos mandaba ir a por agua en direcciòn contraria al pueblo.
-Pero abuela, si el agua del pueblo está más cerca.
-Si hija, pero el agua del Cañizarejo es mas fina para beber en botija y más fresca. Para ir a por agua para fregar los cacharros y aclarar la ropa a la fuente primera (que ya tampoco existe). Que me da por pensar que estaba ahí para nuestro uso.
Y yo la obedecía porque el caminito hasta el Cañizarejo era fabuloso. Te encontrabas abejas, mariposas, libélulas y muchas flores de espliego, tomillo. Ya no se puede caminar por donde yo bajaba diariamente porque las zarzas y los espinos han crecido. Y encima la última vez que fui aquel manantial se había secado.
Yo era lo primero que hacía cuando me levantaba, ir a por agua, porque así recuperaba a mi abuela y sus enseñanzas.
¡Qué miserables fueron con nosotros y más con ella! Que esperaron a que no pudiera valerse para vengarse.
Y era una
mujer que ayudaba a todo el mundo porque sabía remedios para todo. Cuando estaban malos iban a ver que les daba la tia Raimunda pero cuando ella necesitó agua, se la negaron.
Pero yo no consentí que mi abuela no fuera a su pueblo por no tener agua en casa pues ya iría yo a por el agua donde hiciera falta. A la fuente primera a lavar. Y ya tenía yo preparado mi discurso para cuando me dijeran que me fuese al lavadero.
-Si me iré al lavadero cuando me venga en gana y quiera disfrutar lavando pero ahora lavo aquí porque me da la gana también.
- ¿y no te da vergüenza, que pones todas las calles perdidas de agua?
-Pues ninguna porque si alguien puede sentir vergüenza podrían ser los que dejaron a mi abuela sin agua corriente después de haber sido vecina de toda la vida y una buena mujer que no merecía ese trato.
Y se iban por donde habían venido.
Cuando llegaba a casa y se lo contaba a mi abuela ella se sonreía pero le dolía en el alma que aquello se lo hubieran hecho, precisamente a quien tanto les ayudó mientras pudo sin hacer distinciones ni guardar rencor por nada porque ella decía, "Haz el bien y no mires a quien".
Donde están las mesas había chopos enormes pero los tuvieron que cortar cuando los montes se quemaron para que pudieran maniobrar los helicópteros y cargar el agua.