2). Implacable, inexorable, el tiempo imprimía sus horas en el reloj, haciendo coincidir sus manillas con las seis de la madrugada en ese momento. Cerró el
libro. Accionó el interruptor de la lámpara y tumbose sobre la cama, boca arriba, posando la cabeza sobre sus manos, entrelazando los dedos.
Con la mirada fija, extraviada, inmersa en la profunda oscuridad de la habitación, se dispuso a esperar, a abandonar el submundo del insomnio, deseando que el paso al de los sueños fuese suave, tranquilo, pero raudo.
AdriPozuelo (A. M. A.)
Villamanta,
Madrid
5 de agosto de 2008
Tanto este micro, como el anterior con el 1)., son propios.
Saludos