CAMPOS DE CASTILLA
Tierra abierta al sol,
a la crudeza, a la vida,
sin mentira y coronada
de densos campos entre dorados trigales
que fueron verdes, como juncos,
eternos mares de nostalgia.
Sublimes y esbeltos hasta tocar cielo.
Toda una
canción bajo el azul
de un deseado y sereno cielo.
Trigo, cebada y
música centenaria,
dorada, junto a la verdura
que cincela el lecho de los ríos.
Allí donde se contonean los placenteros álamos
de hojas al viento, plateadas, y mudas de silencio.
O trepidantes, y secas entre los brazos agitados de un viento cierzo
que las hace temblar al eco de una ventosa tarde, o agitada mañana.
Y el verde pone barreras a la dorada enseña
que plácida de aroma ventea
su esencia bajo el sol de fuego del estío.
Eternos cereales que acogen el calor, y granan
desprendiendo cánticos de alabanza al cielo.
Por esa noble cuna y apreciada sementera
de espléndidos campos que en Castilla habitan.
En tierra veteada de verde entre amarillos trigos.
Carmen García