ROSCÓN DE REYES
Llevaba oyendo la casi idéntica cantinela desde el día 15 o 16 de diciembre, en la panadería y pastelería del pueblo de al lado, distante 14 km, que es donde voy a comprar el pan y la bollería para el desayuno y la merienda.
Tras de pedir mi pan gallego, cuando me tocaba el turno, entre la dependienta –o la dueña- y yo, se creaba el invariable diálogo. - ¿Algo más? -Medio kilo de perrunillas (en alguna ocasión). - ¿Un roscón? -No, gracias. ¿Algo más? –Dos napolitanas de chocolate y dos croissants (por ejemplo, en otras ocasiones). ¿Y, un roscón, que están calentitos? –No, gracias. Y ellas: ¡Que están recién hechos! Y yo: -No, gracias. Cada cosa a su tiempo, que aún falta mucho para reyes y ni siquiera es día de trurrones. Yo es que soy muy tradicional, ¿sabe?
Pues nada, que día tras día, cada tres que es cuando voy allí, repitiendo la cantinela del roscón.
Hoy, día 6 de enero, día de reyes ¡por fin! voy a la pastelería-panadería, pido mi pan, y no ocurre nada. Pido unas almendradas y unas piñonadas: y nada. Pido dos trenzas, que aquí son muy buenas – ¡y gigantes!-: y nada. Pido un roscón pequeño, sin nata, y nada. Que nada de nada, vamos.
-Lo siento, pero ya no me quedan hoy. Y a las horas que son –eran las 12 y ½ - ya no haremos más, porque los que están en la estufa no dará tiempo a hornearlos para que estén listos antes de la hora de cerrar. Mañana, si lo quiere, se lo reservo que esta madrugada el obrador hará más también, y aunque habrá bastantes, se lo guardo por si acaso se vendieran antes de que usted venga.
No, gracias, mañana es día siete ya.
AdriPozuelo
(A. M. A.)
Pareja, Guadalajara
4 de enero de 2011
El cuentito no es real ni ficticio -totalmente-, es una idea que me surgió en las navidades pasadas -mejor dicho, antepasadas- estando precisamente comprando un roscón el día nueve de enero y que aún quedaban, seguramente, para días posteriores inclusive.
La machacona cantinela de las pasteleras, desde mediados del mes de diciembre hasta últimos del mes, como primeros de enero, sí es real, como así son las contestaciones que yo les daba; más o menos. Pero se me ocurrió preguntarme esto, estando en "la cola" de la panadería, esperando a ser atendido: ¿Qué pasaría si se llegase aquí el personal el día seis, día de roscones, y no hubiese ni uno?
Como es de suponer, había roscones "para dar y tomar", como popularmente se dice, puesto que si en el día de reyes le faltan roscones a un pastelero -o panadero- que se precie, más le valdría dedicarse a la alpargatería, que por cierto, no creo que queden alpargateros ya, al menos por "aquí" -país alpargatero por antonomasia-, pues apenas se gastan -usan- "alpargates", por mucha predicción visionaria de cierto político de nuestra reciente historia vaticinase. Claro que: ¡aun nos deben de quedar tantas cosas por ver...!
Llevaba oyendo la casi idéntica cantinela desde el día 15 o 16 de diciembre, en la panadería y pastelería del pueblo de al lado, distante 14 km, que es donde voy a comprar el pan y la bollería para el desayuno y la merienda.
Tras de pedir mi pan gallego, cuando me tocaba el turno, entre la dependienta –o la dueña- y yo, se creaba el invariable diálogo. - ¿Algo más? -Medio kilo de perrunillas (en alguna ocasión). - ¿Un roscón? -No, gracias. ¿Algo más? –Dos napolitanas de chocolate y dos croissants (por ejemplo, en otras ocasiones). ¿Y, un roscón, que están calentitos? –No, gracias. Y ellas: ¡Que están recién hechos! Y yo: -No, gracias. Cada cosa a su tiempo, que aún falta mucho para reyes y ni siquiera es día de trurrones. Yo es que soy muy tradicional, ¿sabe?
Pues nada, que día tras día, cada tres que es cuando voy allí, repitiendo la cantinela del roscón.
Hoy, día 6 de enero, día de reyes ¡por fin! voy a la pastelería-panadería, pido mi pan, y no ocurre nada. Pido unas almendradas y unas piñonadas: y nada. Pido dos trenzas, que aquí son muy buenas – ¡y gigantes!-: y nada. Pido un roscón pequeño, sin nata, y nada. Que nada de nada, vamos.
-Lo siento, pero ya no me quedan hoy. Y a las horas que son –eran las 12 y ½ - ya no haremos más, porque los que están en la estufa no dará tiempo a hornearlos para que estén listos antes de la hora de cerrar. Mañana, si lo quiere, se lo reservo que esta madrugada el obrador hará más también, y aunque habrá bastantes, se lo guardo por si acaso se vendieran antes de que usted venga.
No, gracias, mañana es día siete ya.
AdriPozuelo
(A. M. A.)
Pareja, Guadalajara
4 de enero de 2011
El cuentito no es real ni ficticio -totalmente-, es una idea que me surgió en las navidades pasadas -mejor dicho, antepasadas- estando precisamente comprando un roscón el día nueve de enero y que aún quedaban, seguramente, para días posteriores inclusive.
La machacona cantinela de las pasteleras, desde mediados del mes de diciembre hasta últimos del mes, como primeros de enero, sí es real, como así son las contestaciones que yo les daba; más o menos. Pero se me ocurrió preguntarme esto, estando en "la cola" de la panadería, esperando a ser atendido: ¿Qué pasaría si se llegase aquí el personal el día seis, día de roscones, y no hubiese ni uno?
Como es de suponer, había roscones "para dar y tomar", como popularmente se dice, puesto que si en el día de reyes le faltan roscones a un pastelero -o panadero- que se precie, más le valdría dedicarse a la alpargatería, que por cierto, no creo que queden alpargateros ya, al menos por "aquí" -país alpargatero por antonomasia-, pues apenas se gastan -usan- "alpargates", por mucha predicción visionaria de cierto político de nuestra reciente historia vaticinase. Claro que: ¡aun nos deben de quedar tantas cosas por ver...!