Voy a iniciar mi andadura por este foro con un poema que escribí hace ya muchísimo tiempo y que espero que os guste.
¡Qué tristes son las despedidas,
qué difícil es decir adiós,
se hace un nudo en la garganta
y otro en el corazón!
Te vi partir entre las sombras
oculta en aquel rincón,
no quería que vieses mis lágrimas
ni oir tu último adiós.
Preferí verte por última vez
oculta allí en la estación,
que me recordases alegre y risueña
y no triste y sin ilusión.
Observé tu pálido rostro
tus ojos me buscaban
en aquella sombría estación,
no lograste verme entre la gente
y no pudiste soportar tu dolor.
El tren se puso en marcha,
ya no podías echarte hacia atrás,
habías emprendido un viaje
del que sabías que no regresarías jamás.
Salí de mi escondite,
corrí por el andén,
abrí mi temblorosa mano
y tú me viste desde aquel tren.
Las lágrimas corrían por mi rostro,
ya no me podía contener,
vi el tren perderse a lo lejos
y creí perderte a ti también.
¡Cuán equivocada estaba!
Tú estabas peor que yo,
no pudiste separarte de mi,
no pudiste separarte de tu amor.
Y decidiste no continuar,
bajarte en la siguiente estación,
no alejarte de tu hogar
y no romper mi corazón.
¡Qué tristes son las despedidas,
qué difícil es decir adiós,
se hace un nudo en la garganta
y otro en el corazón.
Carmen Navarro.
¡Qué tristes son las despedidas,
qué difícil es decir adiós,
se hace un nudo en la garganta
y otro en el corazón!
Te vi partir entre las sombras
oculta en aquel rincón,
no quería que vieses mis lágrimas
ni oir tu último adiós.
Preferí verte por última vez
oculta allí en la estación,
que me recordases alegre y risueña
y no triste y sin ilusión.
Observé tu pálido rostro
tus ojos me buscaban
en aquella sombría estación,
no lograste verme entre la gente
y no pudiste soportar tu dolor.
El tren se puso en marcha,
ya no podías echarte hacia atrás,
habías emprendido un viaje
del que sabías que no regresarías jamás.
Salí de mi escondite,
corrí por el andén,
abrí mi temblorosa mano
y tú me viste desde aquel tren.
Las lágrimas corrían por mi rostro,
ya no me podía contener,
vi el tren perderse a lo lejos
y creí perderte a ti también.
¡Cuán equivocada estaba!
Tú estabas peor que yo,
no pudiste separarte de mi,
no pudiste separarte de tu amor.
Y decidiste no continuar,
bajarte en la siguiente estación,
no alejarte de tu hogar
y no romper mi corazón.
¡Qué tristes son las despedidas,
qué difícil es decir adiós,
se hace un nudo en la garganta
y otro en el corazón.
Carmen Navarro.