EL AÑO 1945, LLAMADO EL DE LA SEQUÍA EN LA CASTILLA PROFUNDA
En aquel año cuando se terminaba, la segunda guerra mundial, parecía que la lluvia era imposible de caer, sobre los suelos de la Castilla Profunda. Todo el otoño del año 1944, incluido el tiempo de invierno, y toda la primavera del año 1945, se había pasado sin caer apenas unas gotas de lluvia, que ni habían calado la corteza del suelo de los sembrados, los pastores miraban al cielo, para ver si aparecía el milagro de la lluvia, pero las lluvias no llegaban ni con los pronósticos más optimistas. Eran tiempos de hambruna, la guerra mundial y la española, se habían dado la mano en el tiempo, y la agricultura de la tierra castellana, era tradicional y sin riegos de aguas de sus ríos. Aquel mes de mayo seco y polvoriento, hicieron que los labradores de aquellos años, se desesperaban, al ver que su cosecha ni granaba ni espigaba, ya que la sequía era tan atroz, que ni paja tendrían para sus ganados. Un segador de entonces me comento, que aquel año el día veinticinco de mayo, empezaron a segar algarrobas, que en tierra fresca parecían tener algo de grano para los animales, pero que al recogerlo se daban cuenta que apenas las vainas tenían granos, era paja y poca, pero en aquellos años, todo era necesario para mantener el ganado, que era la fuerza que movía la labranza. Aquel verano el racionamiento estaba en pleno apogeo, el poco trigo que se había cogido, era comisado para poder conceder la ración de pan, a la mayoría de los españoles, que solo el estraperlo, les podía alegrar un poco el estomago. Ya que a veces el pan parecía hecho con cebada y maíz mezclados. Fueron años de mucha precariedad, la guerra civil española, había dejado a muchas familias en una situación penosa, las mujeres viudas de los muertos de guerra y sus hijos, eran condenadas a la más triste miseria, teniendo que buscarse la comida en donde cada cuál podía y dios le daba a entender. Aquel año terrible de la sequía, fue recordado por muchas personas, que en algunos casos, iniciaron el camino de la emigración clandestina, para poder salir de aquella penosa situación. Los labradores de la Castilla Profunda, lo pasaron mal, aunque algunos tenían reservas de trigo y cereales, como los garbanzos y otras variedades, que en aquellos tiempos, impedían el pasar hambre, algunos tenían su dinero guardado, y con el compraban el aceite y otros alimentos racionados, en el estraperlo, pero la clase obrera, que vivía de su salario, fue víctima de aquella sequía tan atroz, que durante un año, las nubes no querían descargar su lluvia, en aquella zona reseca, que hasta los viñedos sé resentían al no existir humedad en sus raíces. “La vendimia y el verano se dan la mano”. Esa era la expresión más acertada de aquel terrible año, que los trigos no llegaron a medir ni una cuarta desde el suelo, y la tierra de sus campos, al andar se levantaba polvo de tanta sequedad. Los pastores no encontraban verde en los campos ni prados, el pienso para mantener a sus ovejas, era caro y no siempre bueno, ya que a veces mezclaban semillas de hierbas entre los cereales, que se vendían al peso. Fue un año para tener en la memoria, aquel mes de junio, se arrojaron las dos bombas atómicas, sobre Hiroshima y Nagasaki. En el país de Japón, y en España se ocultaba la información, de aquella horrible guerra que dejo cincuenta millones de muertos, y un montón de mutilados, que hicieron que muchas personas, en aquellos años pensaran, que la humanidad caminaba a su posible destrucción, al ver los resultados finales de todo aquel matadero de humanos, donde los campos de exterminio, fueron hornos de quemar personas, por el mero hecho de ser de culturas diferentes. No debemos de olvidar nunca el pasado. G X Cantalapiedra.
En aquel año cuando se terminaba, la segunda guerra mundial, parecía que la lluvia era imposible de caer, sobre los suelos de la Castilla Profunda. Todo el otoño del año 1944, incluido el tiempo de invierno, y toda la primavera del año 1945, se había pasado sin caer apenas unas gotas de lluvia, que ni habían calado la corteza del suelo de los sembrados, los pastores miraban al cielo, para ver si aparecía el milagro de la lluvia, pero las lluvias no llegaban ni con los pronósticos más optimistas. Eran tiempos de hambruna, la guerra mundial y la española, se habían dado la mano en el tiempo, y la agricultura de la tierra castellana, era tradicional y sin riegos de aguas de sus ríos. Aquel mes de mayo seco y polvoriento, hicieron que los labradores de aquellos años, se desesperaban, al ver que su cosecha ni granaba ni espigaba, ya que la sequía era tan atroz, que ni paja tendrían para sus ganados. Un segador de entonces me comento, que aquel año el día veinticinco de mayo, empezaron a segar algarrobas, que en tierra fresca parecían tener algo de grano para los animales, pero que al recogerlo se daban cuenta que apenas las vainas tenían granos, era paja y poca, pero en aquellos años, todo era necesario para mantener el ganado, que era la fuerza que movía la labranza. Aquel verano el racionamiento estaba en pleno apogeo, el poco trigo que se había cogido, era comisado para poder conceder la ración de pan, a la mayoría de los españoles, que solo el estraperlo, les podía alegrar un poco el estomago. Ya que a veces el pan parecía hecho con cebada y maíz mezclados. Fueron años de mucha precariedad, la guerra civil española, había dejado a muchas familias en una situación penosa, las mujeres viudas de los muertos de guerra y sus hijos, eran condenadas a la más triste miseria, teniendo que buscarse la comida en donde cada cuál podía y dios le daba a entender. Aquel año terrible de la sequía, fue recordado por muchas personas, que en algunos casos, iniciaron el camino de la emigración clandestina, para poder salir de aquella penosa situación. Los labradores de la Castilla Profunda, lo pasaron mal, aunque algunos tenían reservas de trigo y cereales, como los garbanzos y otras variedades, que en aquellos tiempos, impedían el pasar hambre, algunos tenían su dinero guardado, y con el compraban el aceite y otros alimentos racionados, en el estraperlo, pero la clase obrera, que vivía de su salario, fue víctima de aquella sequía tan atroz, que durante un año, las nubes no querían descargar su lluvia, en aquella zona reseca, que hasta los viñedos sé resentían al no existir humedad en sus raíces. “La vendimia y el verano se dan la mano”. Esa era la expresión más acertada de aquel terrible año, que los trigos no llegaron a medir ni una cuarta desde el suelo, y la tierra de sus campos, al andar se levantaba polvo de tanta sequedad. Los pastores no encontraban verde en los campos ni prados, el pienso para mantener a sus ovejas, era caro y no siempre bueno, ya que a veces mezclaban semillas de hierbas entre los cereales, que se vendían al peso. Fue un año para tener en la memoria, aquel mes de junio, se arrojaron las dos bombas atómicas, sobre Hiroshima y Nagasaki. En el país de Japón, y en España se ocultaba la información, de aquella horrible guerra que dejo cincuenta millones de muertos, y un montón de mutilados, que hicieron que muchas personas, en aquellos años pensaran, que la humanidad caminaba a su posible destrucción, al ver los resultados finales de todo aquel matadero de humanos, donde los campos de exterminio, fueron hornos de quemar personas, por el mero hecho de ser de culturas diferentes. No debemos de olvidar nunca el pasado. G X Cantalapiedra.