Cuento:"EL CONEJO DE MIAMI"
Habìa una vez, una simpàtica joven llamada Mònica, que vivìa con sus padres en una casa de Bèccar, hasta que decidiò casarse con su novio para formar una familia feliz.
Sus vecinos, don Antonio y doña Cecilia, fueron invitados a la ceremonia religiosa de su boda. Ellos concurrieron a la Iglesia, acompañados por su hija y su nietita Nadia. La niña estaba muy ansiosa por ver a la novia que serìa la primera que observarìa en sus cinco años de vida. Su mamà la vistiò con una solera blanca, porque hacìa mucho calor, con un lazo de color rosado, y sandalias blancas; lucìa un moño tambièn rosa que resaltaba en sus lacios y castaños cabellos; sus enormes ojs negros y redondos brillaban de alegrìa y curiosidad como si ella misma fuera la protagonista de la fiesta. ¡Estaba preciosa!... En la Iglesia se mostraba inquieta por la demora de la novia y no hacìa màs que preguntar cuàndo llegarìa Mònica. Desplazaba hacia los costados, a los niños que ocupaban el pasillo central, para que dejaran el paso libre a quien tanto esperaba.
De repente, se cumpliò su deseo. Estacionò un lujoso automòvil y descendiò la radiante novia, del brazo de su orgulloso papà, vestido con toda la elegancia del mejor padrino. La modista acomodò el esplèndido traje blanco de Mònica, una perfecta obra de arte; y don Roque, el padrino, respirò profundamente, levantò sus hombros, sonrìo y saludò al pùblico presente con su mirada; asì se dispuso a acompañar a su hija hasta el altar, adonde la aguardaban el sacerdote, los monaguillos, la madrina y por supuesto, el joven y ansioso novio. La novia bajò su mirada y se encontrò con la de la primera nena de la Iglesia, Nadia, quien le diò un besito entusiasmada. Mònica le sonriò muy dulcemente y continuò su camino para iniciar la ceremonia. Esta fue hermosa. Los novios saludaron como es costumbre, a todos los presentes.
Luego, festejaron el casamiento, en un lujoso salòn con sus invitados.
Al dìa siguiente, los nuevos esposos, viajaron de luna de miel a Miami.
Cuando regresaron a Buenos Aires, Mònica trajo de regalo para Nadia, un grandìsimo conejo blanco, con orejas, hocico y moño rosado, o sea, con los mismos colores que la niña tenìa el dìa de la ceremonia.
Nadia le llamò "Tito" y quedò encantada con èl, por ser tan peludo y tierno. Pasò a ocupar el lugar de primera mascota y dejò de lado a todos los demàs juguetes. Todas las noches dormìa abrazada a èl y soñaba que lo protegìa del lobo malo del bosque. Cuando salìa a pasear, lo acostaba en su cama, lo cubrìa para que no tuviera frìo, le daba un beso y le decìa que no tardarìa mucho en volver. A veces, lo sentaba en sus sillitas ratonas, e inventaba historias, en las que intervenìan otros personajes que se hicieron amigos de "Tito"y convivìan con èl, como el oso "Teddy"que fue de su papà, el perrito "Boby", la muñeca "Jèssica", su hija "Jessiquita", la muñeca de trapo,"Susana", que le regalò su amigo Hernàn, y otros juguetes màs.
Ademàs, el conejo "Tito" que adquiriò la ciudadanìa argentina, tenìa un secreto oculto en el moño rosa, que Nadia descubriò de pura casualidad, acariciàndolo: ¡un silbato! Al presionar la mitad izquierda del moño, parecìa que decìa su nombre: ¡"TI-TO"!... ¡"TI-TO"!... Y colorìn, colorado, este cuento se ha acabado...
Venusina
5/06/94
Habìa una vez, una simpàtica joven llamada Mònica, que vivìa con sus padres en una casa de Bèccar, hasta que decidiò casarse con su novio para formar una familia feliz.
Sus vecinos, don Antonio y doña Cecilia, fueron invitados a la ceremonia religiosa de su boda. Ellos concurrieron a la Iglesia, acompañados por su hija y su nietita Nadia. La niña estaba muy ansiosa por ver a la novia que serìa la primera que observarìa en sus cinco años de vida. Su mamà la vistiò con una solera blanca, porque hacìa mucho calor, con un lazo de color rosado, y sandalias blancas; lucìa un moño tambièn rosa que resaltaba en sus lacios y castaños cabellos; sus enormes ojs negros y redondos brillaban de alegrìa y curiosidad como si ella misma fuera la protagonista de la fiesta. ¡Estaba preciosa!... En la Iglesia se mostraba inquieta por la demora de la novia y no hacìa màs que preguntar cuàndo llegarìa Mònica. Desplazaba hacia los costados, a los niños que ocupaban el pasillo central, para que dejaran el paso libre a quien tanto esperaba.
De repente, se cumpliò su deseo. Estacionò un lujoso automòvil y descendiò la radiante novia, del brazo de su orgulloso papà, vestido con toda la elegancia del mejor padrino. La modista acomodò el esplèndido traje blanco de Mònica, una perfecta obra de arte; y don Roque, el padrino, respirò profundamente, levantò sus hombros, sonrìo y saludò al pùblico presente con su mirada; asì se dispuso a acompañar a su hija hasta el altar, adonde la aguardaban el sacerdote, los monaguillos, la madrina y por supuesto, el joven y ansioso novio. La novia bajò su mirada y se encontrò con la de la primera nena de la Iglesia, Nadia, quien le diò un besito entusiasmada. Mònica le sonriò muy dulcemente y continuò su camino para iniciar la ceremonia. Esta fue hermosa. Los novios saludaron como es costumbre, a todos los presentes.
Luego, festejaron el casamiento, en un lujoso salòn con sus invitados.
Al dìa siguiente, los nuevos esposos, viajaron de luna de miel a Miami.
Cuando regresaron a Buenos Aires, Mònica trajo de regalo para Nadia, un grandìsimo conejo blanco, con orejas, hocico y moño rosado, o sea, con los mismos colores que la niña tenìa el dìa de la ceremonia.
Nadia le llamò "Tito" y quedò encantada con èl, por ser tan peludo y tierno. Pasò a ocupar el lugar de primera mascota y dejò de lado a todos los demàs juguetes. Todas las noches dormìa abrazada a èl y soñaba que lo protegìa del lobo malo del bosque. Cuando salìa a pasear, lo acostaba en su cama, lo cubrìa para que no tuviera frìo, le daba un beso y le decìa que no tardarìa mucho en volver. A veces, lo sentaba en sus sillitas ratonas, e inventaba historias, en las que intervenìan otros personajes que se hicieron amigos de "Tito"y convivìan con èl, como el oso "Teddy"que fue de su papà, el perrito "Boby", la muñeca "Jèssica", su hija "Jessiquita", la muñeca de trapo,"Susana", que le regalò su amigo Hernàn, y otros juguetes màs.
Ademàs, el conejo "Tito" que adquiriò la ciudadanìa argentina, tenìa un secreto oculto en el moño rosa, que Nadia descubriò de pura casualidad, acariciàndolo: ¡un silbato! Al presionar la mitad izquierda del moño, parecìa que decìa su nombre: ¡"TI-TO"!... ¡"TI-TO"!... Y colorìn, colorado, este cuento se ha acabado...
Venusina
5/06/94