TU VOZ
¡Yo se que estás ahí! No puedo verte ni tocarte
por que tu presencia es muy frágil,
pero escucho tu voz en las horas de mis silencios.
Ella es como una esperanza
en los amargos días de mi existencia,
ella es la inalcanzable estrella que brilla solo para mi,
ella consuela mi gran tristeza, ella disipa mis dudas,
ella es la luz que me guía en el oscuro túnel de mis temores,
ella es la cuna que recoge mi llanto y el consuelo de mi dolor.
Su sonido es como los violines y su dulce suavidad
como el aletéo de una mariposa.
Al escucharla siento un estallido de emociones
dentro de mi alma, un renacer a la vida,
una primavera llena de fragancias,
entonces vuelve a mi la inocencia de la niñez
para ver el mundo con los ojos de la bondad.
No quiero despertarme y ver que el invierno
ha dejado huellas en mi rostro,
no quiero ver las heridas que los fríos han dejado en mis manos,
no quiero ver tanta crueldad ni la falta de amor entre los hombres,
no quiero ver agujas ni polvo blanco,
ni cucharas portadoras de muerte,
no quiero ver como el hombre destruye a sus hermanos
con guerras, torturas y explotación,
¡Por que entonces...
tendría que gritar tan fuerte
que todos los Dioses del Olimpo se quedarían sordos
después de estár ciegos,
¡Se es que queda algún Dios consentidor de tanta locura!
Por eso cuando tu voz me arrulla,
vuelvo ha retroceder en el tiempo
con la ingenuidad de antaño,
pues la realidad de la vida,
¡Es demasiado dura, demasiado cruel!
Luz Parras
¡Yo se que estás ahí! No puedo verte ni tocarte
por que tu presencia es muy frágil,
pero escucho tu voz en las horas de mis silencios.
Ella es como una esperanza
en los amargos días de mi existencia,
ella es la inalcanzable estrella que brilla solo para mi,
ella consuela mi gran tristeza, ella disipa mis dudas,
ella es la luz que me guía en el oscuro túnel de mis temores,
ella es la cuna que recoge mi llanto y el consuelo de mi dolor.
Su sonido es como los violines y su dulce suavidad
como el aletéo de una mariposa.
Al escucharla siento un estallido de emociones
dentro de mi alma, un renacer a la vida,
una primavera llena de fragancias,
entonces vuelve a mi la inocencia de la niñez
para ver el mundo con los ojos de la bondad.
No quiero despertarme y ver que el invierno
ha dejado huellas en mi rostro,
no quiero ver las heridas que los fríos han dejado en mis manos,
no quiero ver tanta crueldad ni la falta de amor entre los hombres,
no quiero ver agujas ni polvo blanco,
ni cucharas portadoras de muerte,
no quiero ver como el hombre destruye a sus hermanos
con guerras, torturas y explotación,
¡Por que entonces...
tendría que gritar tan fuerte
que todos los Dioses del Olimpo se quedarían sordos
después de estár ciegos,
¡Se es que queda algún Dios consentidor de tanta locura!
Por eso cuando tu voz me arrulla,
vuelvo ha retroceder en el tiempo
con la ingenuidad de antaño,
pues la realidad de la vida,
¡Es demasiado dura, demasiado cruel!
Luz Parras