Dibujo a lápiz,
de la calle Ciudad
Rodrigo y la plaza
Mayor, realizado por mí.
¡Que si es verdad!: como de que estoy escribiendo. Y sí, creo que es un privilegio verlo pintar, y más cuando admiras al personaje y te gusta pintar.
Cuando yo tenía diez y seis años trabajaba en la calle Mayor, frente a la calle Ciudad Rodrigo que da acceso a la plaza Mayor, y en las horas libres me dedicaba a dibujar por allí: dibujé a lápiz la calle ciudad Rodrigo: la estatua de Felipe III en la plaza Mayor: la de Felipe IV en la de Oriente: la puerta de Alcalá: la Cibeles: algunas entradas y fachadas de mesones de las Cavas; el mercado San Miguel, y muchas bellezas más que me llamaban la atención.
Hoy solo conservo algunos dibujos de entonces, pero de Madrid tan solo el de la calle Ciudad Rodrigo, los demás, algunos los di y otros que se quedaron en casa de mis padres cuando me fui al casarme, ni sé donde habrán ido a parar.
Me acuerdo de los serenos muy bien: ¡"cagonlá"! que diría otro. Iban vestidos con el guardapolvos gris largo unos y otros llevaban un blusón, que no sé si se decía así, que les quedaba a mitad de los muslos, parecidos a los de los mozos de equipajes, de antaño, de las estaciones de RENFE. Iban "armados" de un chuzo, o de una porra de madera, la cual la llevaban sujeta a la muñeca con un cordel. Y por supuesto el gran manojo de llaves y "llavines", que, paradogicamente son más grandes que las llaves, y pesados. ¡Menudos pedazos de llaves que eran! Hoy solo se ven de adorno, como cosa antigua, al igual que los grandes ojos de las cerraduras para las que servían, en algún portón que otro. Aunque en algunos de los viajes que me doy por muchos pueblos, he visto que se usan aún.
Se les llamaba como tú dices y también dando palmas, y hasta que contestaba vvaaaaa. había dado tiempo a calentarse las manos si era invierno, si era verano te ardían. Al ratito de haberle oído contestar, le veías aparecer por una esquina, sujetándose a las paredes, -alguno, no todos- si era invierno, porque se pegaba cada lingotazo de aguardiente para soportar el frío que ya ya. Solían llevar su botellita de aguardiente (orujo), y no todos, como buenos asturianos y gallegos, que era la procedencia de la mayoría.
de la calle Ciudad
Rodrigo y la plaza
Mayor, realizado por mí.
¡Que si es verdad!: como de que estoy escribiendo. Y sí, creo que es un privilegio verlo pintar, y más cuando admiras al personaje y te gusta pintar.
Cuando yo tenía diez y seis años trabajaba en la calle Mayor, frente a la calle Ciudad Rodrigo que da acceso a la plaza Mayor, y en las horas libres me dedicaba a dibujar por allí: dibujé a lápiz la calle ciudad Rodrigo: la estatua de Felipe III en la plaza Mayor: la de Felipe IV en la de Oriente: la puerta de Alcalá: la Cibeles: algunas entradas y fachadas de mesones de las Cavas; el mercado San Miguel, y muchas bellezas más que me llamaban la atención.
Hoy solo conservo algunos dibujos de entonces, pero de Madrid tan solo el de la calle Ciudad Rodrigo, los demás, algunos los di y otros que se quedaron en casa de mis padres cuando me fui al casarme, ni sé donde habrán ido a parar.
Me acuerdo de los serenos muy bien: ¡"cagonlá"! que diría otro. Iban vestidos con el guardapolvos gris largo unos y otros llevaban un blusón, que no sé si se decía así, que les quedaba a mitad de los muslos, parecidos a los de los mozos de equipajes, de antaño, de las estaciones de RENFE. Iban "armados" de un chuzo, o de una porra de madera, la cual la llevaban sujeta a la muñeca con un cordel. Y por supuesto el gran manojo de llaves y "llavines", que, paradogicamente son más grandes que las llaves, y pesados. ¡Menudos pedazos de llaves que eran! Hoy solo se ven de adorno, como cosa antigua, al igual que los grandes ojos de las cerraduras para las que servían, en algún portón que otro. Aunque en algunos de los viajes que me doy por muchos pueblos, he visto que se usan aún.
Se les llamaba como tú dices y también dando palmas, y hasta que contestaba vvaaaaa. había dado tiempo a calentarse las manos si era invierno, si era verano te ardían. Al ratito de haberle oído contestar, le veías aparecer por una esquina, sujetándose a las paredes, -alguno, no todos- si era invierno, porque se pegaba cada lingotazo de aguardiente para soportar el frío que ya ya. Solían llevar su botellita de aguardiente (orujo), y no todos, como buenos asturianos y gallegos, que era la procedencia de la mayoría.