Atardecer espectacular
en la Plaza de Oriente de Madrid
abarrotada de -GENTE-
SIN NINGUN ACTO POLÍTICO
Difícil encontrar en Madrid un sitio donde disfrutar del atardecer más espectacular que la Plaza de Oriente. A esa hora, la piedra blancuzca del Palacio Real se tiñe de plata o arena, según sea invierno o verano, y el horizonte parece un mar.
Luego de andar por el Madrid de los Austrias, apretado y enrevesado, el Madrid de los Borbones, elegante y abierto, provoca respirar profundamente, llenar de aire los pulmones. Enclavado sobre el invisible Manzanares, donde en el siglo IX hubo un castillo musulmán, el gran palacio –el más grande de Europa occidental- se terminó de construir en 1764, bajo el reinado de Carlos III.
El lugar, además de historia y magnificencia, regala algo que no es común en Madrid: desde aquí se ve el cielo. Nada mejor que ver cómo desaparece a medida que se encienden las farolas desde la terraza del Café de Oriente.
en la Plaza de Oriente de Madrid
abarrotada de -GENTE-
SIN NINGUN ACTO POLÍTICO
Difícil encontrar en Madrid un sitio donde disfrutar del atardecer más espectacular que la Plaza de Oriente. A esa hora, la piedra blancuzca del Palacio Real se tiñe de plata o arena, según sea invierno o verano, y el horizonte parece un mar.
Luego de andar por el Madrid de los Austrias, apretado y enrevesado, el Madrid de los Borbones, elegante y abierto, provoca respirar profundamente, llenar de aire los pulmones. Enclavado sobre el invisible Manzanares, donde en el siglo IX hubo un castillo musulmán, el gran palacio –el más grande de Europa occidental- se terminó de construir en 1764, bajo el reinado de Carlos III.
El lugar, además de historia y magnificencia, regala algo que no es común en Madrid: desde aquí se ve el cielo. Nada mejor que ver cómo desaparece a medida que se encienden las farolas desde la terraza del Café de Oriente.