Paralelamente a lo anterior, se nos exige subir los tributos, lo que
parecería estar en sintonía con los Estados del bienestar más avanzados.
No obstante, entrando ya a responder la segunda cuestión planteada en
este artículo, diré que no todos los impuestos son igual de justos. Hay
algunos que, por regla general, hacen pagar más a los ricos (los
directos, que recaen sobre la obtención de renta, los beneficios y la
posesión de patrimonios) y otros que, normalmente, no respetan tanto la
capacidad económica (los indirectos, más centrados en el consumo).
Pues bien, en España y en resto de países de la UE, se están subiendo estos
últimos, mientras que los primeros siguen bajando, incluso en plena
época de crisis. Efectivamente, mientras han aumentado los impuestos
sobre “las gasolinas” y “el tabaco” y se ha incrementado el IVA (sin
efecto para las empresas y los ricos que operan a través de ellas,
porque se lo deducen), se ha bajado hasta 10 puntos el tipo de gravamen
del Impuesto sobre Sociedades (que hace tributar, por ejemplo, a las
grandes empresas y las entidades de crédito), se ha suprimido el Impuesto
sobre el Patrimonio (que pagaban sólo los ricos), se reducido el tipo de
gravamen a los banqueros y sus familiares, en importantes operaciones, y
se ha creado un régimen fiscal privilegiado para que las empresas de
alquiler de las entidades de crédito (SOCIMI) puedan arrendar los
grandes patrimonios inmobiliarios con los que se han quedado. Lo más
escandaloso de todo es que se ha mantenido el tipo de gravamen de las
sociedades de inversión de las grandes fortunas (SICAV) en el 1% (frente
al 45% al que puede llegar a tributar el común de los mortales).
parecería estar en sintonía con los Estados del bienestar más avanzados.
No obstante, entrando ya a responder la segunda cuestión planteada en
este artículo, diré que no todos los impuestos son igual de justos. Hay
algunos que, por regla general, hacen pagar más a los ricos (los
directos, que recaen sobre la obtención de renta, los beneficios y la
posesión de patrimonios) y otros que, normalmente, no respetan tanto la
capacidad económica (los indirectos, más centrados en el consumo).
Pues bien, en España y en resto de países de la UE, se están subiendo estos
últimos, mientras que los primeros siguen bajando, incluso en plena
época de crisis. Efectivamente, mientras han aumentado los impuestos
sobre “las gasolinas” y “el tabaco” y se ha incrementado el IVA (sin
efecto para las empresas y los ricos que operan a través de ellas,
porque se lo deducen), se ha bajado hasta 10 puntos el tipo de gravamen
del Impuesto sobre Sociedades (que hace tributar, por ejemplo, a las
grandes empresas y las entidades de crédito), se ha suprimido el Impuesto
sobre el Patrimonio (que pagaban sólo los ricos), se reducido el tipo de
gravamen a los banqueros y sus familiares, en importantes operaciones, y
se ha creado un régimen fiscal privilegiado para que las empresas de
alquiler de las entidades de crédito (SOCIMI) puedan arrendar los
grandes patrimonios inmobiliarios con los que se han quedado. Lo más
escandaloso de todo es que se ha mantenido el tipo de gravamen de las
sociedades de inversión de las grandes fortunas (SICAV) en el 1% (frente
al 45% al que puede llegar a tributar el común de los mortales).