HAY SUEÑOS QUE SON CASTIGOS
Aquel hombre con sus sesenta y tantos años, como todos los meses se ponía su vitamina B. 12. Inyectada, pero aquel día una enfermera muy agradable, le comunico, esta usted en ese periodo de años que hay que ponerse la vacuna del Herpes, el hombre aquel no estaba muy seguro, le parecía algo raro, pero como estaba anunciada en el ambulatorio, no puso demasiados problemas, Los problemas le vinieron desde ese mismo día, ya que aquel hombre andaba como media diaria, 15. Kilómetros, ese día por la noche ya no podía dormir, se le presentaba cuando en el Campamento del Ferral del Bernesga, con la misma jeringa inyectaban a diez reclutas, que limpiaban la jeringa con un cacho de algodón manchado de yodo, y así hasta vacunar a todo el campamento, no vi ningún otro producto desinfectante, Tuvo aquel hombre compañeros del servicio militar obligatorio, con fiebre y un corro alrededor del pinchazo que parecía infectado, eran días de nieve y frío, y de no poder poner ninguna traba, ya que las reclamaciones no existían, tan solo los veintiún años, que te hacían tirar adelante como fuera.
Más la noche de la vacuna del Herpes, no podía apoyarse en el hombro inyectado, al dormirse un sueño tenebroso le dejó claro su futuro, su muerte sería según el sueño de aquella noche, de triste final, empezó con descomposturas día y noche, y a sentir que sus piernas le pesaban como dos piedras, y que ni en su cama le pararían los dolores, Cada día iba peor, no podía ni coger su coche, ya que las piernas una a una las ayudaba a subir en el vehículo con sus propias manos, y luego no podía frenar cuando le tocaba un peligro, dejó su coche aparcado, y caminaba como un hombre agarrotado, sin esperanza de que aquel grave problema se mejorara, por fin se decidió ir a su medica de cabecera, que enseguida le mando un análisis de sangre, que pronto dio su resultado, en cinco días tenía que curarse, y una buena terapeuta lo confirmo. Con antinflamatorios mejoro cinco días, pero al día sesto era marcha atrás, el hombre aquel se marchó para despedirse de su gente, y aquella noche de vuelta de su pueblo, sus piernas agarrotadas, le predecían malos tiempos, el sueño aquel que le señalaba su caída en picado, parecía que se iba a cumplir. Un compañero de colegio le dijo, es posible que te mejores, pero prepárate para lo peor, hay vacunas que te salvan y otras que te entierran, que La Madre Naturaleza te eche un cable. Nadie sabe cómo acabara esta historia, que está tocando el final. G X Cantalapiedra.
Aquel hombre con sus sesenta y tantos años, como todos los meses se ponía su vitamina B. 12. Inyectada, pero aquel día una enfermera muy agradable, le comunico, esta usted en ese periodo de años que hay que ponerse la vacuna del Herpes, el hombre aquel no estaba muy seguro, le parecía algo raro, pero como estaba anunciada en el ambulatorio, no puso demasiados problemas, Los problemas le vinieron desde ese mismo día, ya que aquel hombre andaba como media diaria, 15. Kilómetros, ese día por la noche ya no podía dormir, se le presentaba cuando en el Campamento del Ferral del Bernesga, con la misma jeringa inyectaban a diez reclutas, que limpiaban la jeringa con un cacho de algodón manchado de yodo, y así hasta vacunar a todo el campamento, no vi ningún otro producto desinfectante, Tuvo aquel hombre compañeros del servicio militar obligatorio, con fiebre y un corro alrededor del pinchazo que parecía infectado, eran días de nieve y frío, y de no poder poner ninguna traba, ya que las reclamaciones no existían, tan solo los veintiún años, que te hacían tirar adelante como fuera.
Más la noche de la vacuna del Herpes, no podía apoyarse en el hombro inyectado, al dormirse un sueño tenebroso le dejó claro su futuro, su muerte sería según el sueño de aquella noche, de triste final, empezó con descomposturas día y noche, y a sentir que sus piernas le pesaban como dos piedras, y que ni en su cama le pararían los dolores, Cada día iba peor, no podía ni coger su coche, ya que las piernas una a una las ayudaba a subir en el vehículo con sus propias manos, y luego no podía frenar cuando le tocaba un peligro, dejó su coche aparcado, y caminaba como un hombre agarrotado, sin esperanza de que aquel grave problema se mejorara, por fin se decidió ir a su medica de cabecera, que enseguida le mando un análisis de sangre, que pronto dio su resultado, en cinco días tenía que curarse, y una buena terapeuta lo confirmo. Con antinflamatorios mejoro cinco días, pero al día sesto era marcha atrás, el hombre aquel se marchó para despedirse de su gente, y aquella noche de vuelta de su pueblo, sus piernas agarrotadas, le predecían malos tiempos, el sueño aquel que le señalaba su caída en picado, parecía que se iba a cumplir. Un compañero de colegio le dijo, es posible que te mejores, pero prepárate para lo peor, hay vacunas que te salvan y otras que te entierran, que La Madre Naturaleza te eche un cable. Nadie sabe cómo acabara esta historia, que está tocando el final. G X Cantalapiedra.