Mariano Rajoy

Como ves amigo Sancho, ya empiezan a patalear y a morderse entre ellos, de lo cual me alegro
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El ministro de los recortes se compra un ático de medio millón de euros
Luis de Guindos y su esposa han adquirido una vivienda en la Moraleja por la mitad de lo que costaba en 2007 y unos meses antes de que el Gobierno suba el IVA

El elegido por el PP para llevar a cabo los recortes presupuestarios más drásticos de la democracia, el ministro de Economía y Competitividad Luis de Guindos, no hace gala de la tan apelada "austeridad" y se ha comprado un ático en el lujoso barrio madrileño de La Moraleja ... (ver texto completo)
RELATOS DE DON LEANDRO (José María Izquierdo)

¡Gusto de verte, Esperanza!

Hola, Pedro, que te llamaba para ver si tenías por ahí un buen chaleco antibalas. Que no se note mucho, que tengo que llevarlo con el traje.

Silencio del ministro de Defensa al otro lado de la línea.

— ¿Estás ahí, Pedro? Este teléfono cada vez funciona peor…

—Sí, sí, presidente, estoy aquí. Es que me has dejado un poco sorprendido, que hombre, un chaleco antibalas así, de pronto…

— ¡Esperanza! ¡Es que viene Esperanza!

—No digas más. Ahora mismo te envío el chaleco, presidente. Y no sé si un casco. Tengo unos buenísimos, por cierto. Fíjate si serán buenos, que son de una empresa en la que yo, bueno, ya me entiendes…

Organización cronometrada. Todas las interrupciones previstas. Vaso de agua, ejercicios respiratorios, inspirar, expirar, inspirar, expirar…

—Que pase la presidenta de la Comunidad de Madrid.

Esperanza Aguirre entra como un vendaval.

— ¿Cómo está mi presidente favorito? Ni contestes, que te veo superguay… Aunque… no sé, ¿has engordado un poco? Te noto así como un poco hinchado por la zona troncal… Y esa cara, ¿un poco triste? Claro, ni contestes, que con esos ministros que tienes como no vas a estar de mal humor…

—Esperanza…

—Ya, que querrás saber a qué he venido.

—Si no te molesta…

— ¿Cómo me va a molestar, presidente? Pues mira, verás, es que estoy diseñando un plan en la Comunidad no solo para ahorrar sino también para obtener recursos. Y he pensado que tenía que contártelo, porque podías implantarlo a nivel estatal, que debes coger a las autonomías esas y vas y les dices que…

—Esperanza…

—Bueno, al plan. Mira, se trata de que cada consejero se busque un patrocinador. Yo estoy pensando para mí en Movistar. O en Vodafone. O en Orange. O aún mejor, ahora que lo pienso, en el Santander o en el BBVA. El que más pague… Pero a lo que iba. Le he dicho a mi mano derecha y gran amigo tuyo, Ignacio González…

—Esperanza…

—Ah, que no es muy amigo tuyo, pues yo creía que sí… Bueno, le he dicho que dé las ruedas de prensa con una gorra. Y un cartel de Bimbo. O de Rolex. Como los tenistas, que si ellos pueden, a ver por qué no mi Ignacio, con ese mechón blanco tan sexy… Y fíjate, le he propuesto a Lucía Figar, la de Educación, que ella, con lo monísima que es, que salga con una camisetita de tirantitos de Coca-Cola, que quedaría divina de la muerte…

—Ya…

—Y aquí viene ahora lo importante: te he traído una lista de las cosas que podían anunciar tus ministros… No digas nada, no, ni me lo agradezcas, que ya sabes que yo por mi Mariano es que mato… He pensado que Luis de Windows podía anunciar esos cursos de inglés con mil palabras, que sería un tiro: ¡Hable inglés como yo y ya le contratarán en Lehman Brothers!...

—Esperanza…

—Bueno, y a Cristóbal Montoro queremos convertirlo en el símbolo de las escuelas de Negocio. Fíjate, un tiro. Pones una conferencia de prensa suya, esas de que sí de que no, de que voy y vengo, pero me quedo, y luego un rótulo en grande: “El rigor y la precisión siempre obtienen su premio. Hasta se puede ser ministro”.

—Esperanza…

—Y no sé qué te parecerá, pero a Alberto, como es así de mocetón, podía patrocinarle una sastrería fina, tipo Brioni, que con ese estilazo que tiene, aunque tampoco descarto marcas multiproductos, como Armani o Yves Saint-Laurent, desde ropa a perfumería, porque Alberto gusta mucho, sabes, que no sé si te he dicho que me han llamado para decirme que el otro día le vieron con…

—Esperanza…

—Pero hay más, hay más, que no te creas que no hemos trabajado… Que tengo en el equipo a unas primas de Ana Botella, una hermana de un consejero y un sobrino de una viceconsejera que le ponen mucho interés… Por ejemplo, Wert podía llevar la representación del Cirque du Soleil, que una conferencia de prensa sobre el pago de tasas por utilizar los pupitres es otra cosa si se ameniza con unas pelotitas al aire o incluso unos graciosos volatines…

—Esperanza…

—García-Margallo debía llevar una multinacional. ¿Qué te parece Repsol? Por cierto, hablando de Repsol, ¿nos han pagado ya Cristina y Evo?

—Esperanza…

—Y no me digas que Fátima Báñez no va a encontrar una firma de tanatorios que patrocine sus informes, que es que lo bordaría, solo salir y ya… Y Ana Mato, pues oye Ana Mato, pues bueno, Ana Mato ya encontraríamos ya…

—Esperanza…

—Sí, bueno, y a Sorayita lo tengo clavado, que lo he pensado mucho porque como la quiero y la admiro tantísimo, ella tan lista y que sabe de todo…

—Esperanza…

—… Pues que anuncie ropa infantil. Que no sé por qué se me ha ocurrido, fíjate...

A la hora prevista, interrumpe Soraya Sáenz de Santamaría.

— …Buenos días, hoy estoy con la ley de Piensos y Otros Alimentos, que tal y como están las cosas la vamos a necesitar para los supermercados. Mira, verás, artículo 37, bis…

—Levanta la cabeza, Sorayita, hija, dijo Mariano, que es que entras como un ciclón y no te has dado cuenta de que tenemos visita…

—Uy, si tenemos aquí a esta presidenta que es, sí, no me lo digas, Mariano, es de una comunidad uniprovincial, como La Rioja y como Murcia… Lo tengo en la punta de la lengua… Ah, sí, Esperancita, hija, que presides Madrid, es que me había olvidado de tu nombre… Y os dejo, que me esperan varios ministros para que los vicepresida…

Como un reloj, llamada a la puerta.

—Soy la Cospe. ¿Puedo entrar?

—Pasa, pasa, para qué cortarnos…

—Huy, perdona, Mariano, me han informado mal, me han dicho que estabas con una amiga…

—Dolores…

—Déjala, Mariano, déjala, como viene de provincias, intervino Esperanza… Es que La Mancha es otra cosa, que si lo del Quijote, el queso manchego, en fin, las ovejitas, la rueca, ya sabes, cosas rústicas…

—Esperanza…

—Sí, sí, es verdad, claro, que aquí hacéis churros y gallinejas, respondió Dolores de Cospedal. Por cierto, ¿cómo llevas lo del empresario ese tan importante… ¿Se llama Bill Gates? ¿Ah, que no es ése, que es el de las tragaperras? ¿Ya ha construido algo este mecenas? ¿Cuántos miles de empleos llevamos ya? ¿Diez mil, veinte mil?

—Dolores…

—No, está bien, que se desfogue… Si ya sé que es la envidia, que ella no tiene un Percival de consejero. Que no me digas que no es un sueño un consejero que se llama Percival… Quieres hablar con cualquier emprendedor norteamericano, y les dices que les envías a Percival y oye, cómo se quedan… Hace unos meses, por ejemplo, le mandé a ver a ese gran empresario, el del ocio y el entretenimiento…

—El gánster de los casinos, sí…

—Gánster, gánster… Pues Percival no notó nada. En cuanto se presentó y dijo quien era, bajaron los kalashnikov, se quitaron las pistolas de la sobaquera y oye, de lo más normales…

—Bien, pues ahí te dejo, presidente, tan bien acompañado…

—Una cosa antes de irte, Esperancita: he decidido encargarme yo de dónde instalar el Eurovegas ese. Voy a organizar una timba la semana que viene, aquí en La Moncloa… Se lo voy a decir a Artur Mas y a algún otro, y lo mejor es que tú se lo cuentes al gran empresario… Y ahora, sí, ahora ya te puedes ir, Esperanza, ¿Verdad que te ibas?

El presidente espera hasta oír cómo se aleja el coche oficial.

Se da la vuelta, me ve y murmura:

— ¿Por qué será que después de hablar con ella siempre busco los 101 dálmatas,
Leandro?

(Continuará)

Mañana, siguiente capítulo: ¿Alguna otra cosita, Mr. Adelson?

Seguimos con la reconquista desde el SUR le pese a quien le pese. ... (ver texto completo)
RELATOS DE DON LEANDRO (José María Izquierdo)

El Rey, mártir, se flagela

Lo siento mucho, me he equivocado y no volverá a ocurrir, le dijo el Rey a Mariano en la puerta del Palacio de la Zarzuela.

Hacía meses desde que había ocurrido lo de Botsuana, pero desde entonces se le había quedado la manía.

—Lo siento mucho, me he equivocado y no volverá a ocurrir, le dijo también al chófer de Mariano.

—Y si viene ese contigo, ya sabes a quién me refiero, dile que también lo siento mucho, me he equivocado y no volverá a ocurrir.

Eso iba por mí, claro. Es que la primera vez que me colé en el coche del presidente para llegarme hasta aquí, curiosidad que tenía uno, lo hice con Felipe González.

— ¿Cómo estás, Rey?, le dijo.

—Tío, como un reloj, le contestó el Monarca.

Y ahí ya empezó el gatuperio. Porque fue poner un pie en el interior del palacio este fantasma y ya noté que aquello iba a ir fatal, que oí gritos desgarradores y sollozos lastimeros. Él no, él no, oí que decían entre un insufrible ruido de cadenas y ecos extraños que distorsionaban las voces, que a ver si se creen que los seres de las tinieblas hablamos como Iñaki Gabilondo.

—Oye, Felipe, aquí está pasando algo…

Y vi que miraba de una manera muy particular hacia donde yo estaba, siempre dos o tres pasos por detrás de mi presidente, sea el que fuera. Que es que los reyes —y dicen que los papas, pero ahí no llego— tienen un sentido especial para advertir nuestras etéreas presencias. De pronto me di cuenta de que había cometido un error terrible: ¡no había cambiado de aspecto y aparecí en La Zarzuela con la cara del genuino Leandro, el bigote del genuino Leandro y hasta los modos del genuino Leandro! Y a todos los restos que quedaban por allí de fantasmas ya reducidos a meros espíritus, decenas y decenas de Borbones, más los ectoplasmas de los aún vivientes, consideraron que aquella presencia era una agresión y trataron de expulsarme, mayormente todos los relacionados con Alfonso XIII y sus legítimos descendientes, allí agarrados a los cortinones de palacio. Consiguieron echarme, claro, que eran muchos: todo un batiburrillo espectral desde Felipe V, por no hablar de los restos de los Capetos. Un mogollón. Y eso que hacía nada que habían echado a unos cuantos, que no vi yo en esta última visita ni pantalones estrafalarios ni maletines de cuero. Emprendedores. Eran los emprendedores.

No les he contado que si me esfuerzo puedo cambiar de aspecto físico. Siempre que no abuse de ello, que podría ser perjudicial para mis interlocutores, un día de una manera y otro día de otro. La verdad es que les he hablado poco de mí mismo, que no soy yo muy dado a ello, así que irán descubriendo novedades poco a poco. Total, que a la vez siguiente corregí el error garrafal y fui de Curro Romero, con capote de paseo y demás arreos, que iba yo como un pincel. Luego he ido de todo, que si de astronauta, cuando el desastre del Columbia, que me pareció un detalle bonito, hasta de Rafa Nadal si el encuentro era en Mallorca. Ahora voy siempre de Clooney. Ya puestos…

Cracccccc, craccccc, craccccc, se oía cuando el Rey se acercaba a la mesa.

—Ni preocuparte, que es el tobillo.

Rrrrrrgggggg, rrrrrrrgggggg, rrrrrrgggggg, cuando se dobló para sentarse.

—Tranqui, que es la rodilla.

Troc, troc, troc, troc, sonó cuando definitivamente se aposentó en el sillón.

—Esa era la cadera. Estoy fenomenal, Mariano, estoy hecho un toro.

Al final te acostumbras, que incluso reconocías el crujido: esa ha sido la rodilla. Y así.

—Por cierto, presidente, que quería comunicarle oficialmente —don Juan Carlos siempre usaba el usted cuando se ponía en plan jefe del Estado— que he decidido irme a Nepal, a hacer trekking. Aunque no sé si irme para el Panchase Hill o al Valle del Gokyo. Con veinte de comitiva ya tengo bastante. Que no hay que exagerar.

Ocurre que este presidente lo pasa fatal porque no se acostumbra nunca. Le vi palidecer. Y se oía el intento de tragar saliva.

—Bueno, Señor, la verdad, no sé yo si…

— ¡Que era broma, Mariano, que era broma! Lo más lejos y lo más caro, Torrevieja. Ya lo sé, ya…

Con Felipe González era otra cosa. Llegaba y le decía al Rey.

—Majestá, ya tengo preparado el referéndum para elegir entre monarquía y república.

—Así que tu padre era lechero, le contestaba don Juan Carlos.

Y así se estaban un par de horas, que trabajar trabajaban, hay que reconocerlo —que si puedes ir al moro, que si un toque a estos de Chile, a ver si entran en razón— pero se lo pasaban en grande.

—Oye, ¿y tú crees que Alfonso Guerra me pegará un tiro por la espalda un día de estos?

—Ná, tranquilo, mucho presumir de rojo y luego se le va la fuerza por la boca, que mira que escuchar al Máler ése, que vaya pestiño…

—Quita, quita, que a mí la Reina me hace ir a todos los conciertos y ya no sé qué hacer, chico, que el otro día hasta Stockhausen, y quería además que fuera a otro de Luis de Pablo…

Con Aznar era distinto, porque si este de ahora tiene un sentido del humor más bien escaso, aquel es que era para la ironía como una iguana. Ya al final encontraron un punto de unión en esto del humor, que a los dos les gustaban los chistes verdes. Y cuando más verdes, mejor.

—Señor, sabe aquel de un español que…

Y se reían mucho. Pero quitando esos momentos, las relaciones eran frías. Que digo frías, gélidas, porque Aznar le daba a todo una prosopopeya que a don Juan Carlos le atacaba los nervios.

—He pensado, Majestad, que para el mayor beneficio del pueblo español deberíamos señalizar convenientemente los semáforos…

-Los semáforos, sí…

Y el Rey bostezaba. Sonoramente, espectacularmente, desvergonzadamente…

—Uuuuuaaaaahhhhh!

—Pues nada, adiós, Señor.

—Hala, hasta la vuelta, José Mari. Y no tengas prisa, que ya me las apaño yo…

Con Zapatero solo vine una vez. Ya noté que se aburrían los dos por igual, que en una ocasión estuve en un tris de intervenir porque uno leía, el otro escuchaba y según avanzaban cada vez les oía menos, hasta que se hizo el silencio. Me había quedado yo traspuesto, que ya tiene mérito dormir a un fantasma, y cuando me desperté dormían los dos como bebés. Criaturas, que con tanto trabajo caían derrotados a las primeras de cambio.

Con el Príncipe era otra cosa, que en las sesiones de trabajo siempre estabas despierto. Qué remedio, porque don Felipe atizaba unos zurriagazos a las patas de la mesa con la fusta de montar que un día se había dejado su hermana en el despacho. No quise indagar cuál. Qué más da. Ni en realidad a quién le estaba dando los latigazos por mesa interpuesta. Herencia materna.

—A ver, presidente, que aquí no estamos de fiesta. Las cifras del comercio exterior del último trimestre. Bitte, bitte, que no tenemos todo el día…

—Bueno, verá, Su Alteza, le puedo dar datos del déficit…

—Esos, también. Espero que la próxima vez vengamos mejor preparados. Nuestro deber nos exige Arbeit, arbeit y arbeit… Y aún digo más: Verantwortung, verantwortung y verantwortung. No sé si me he explicado bien. Pero por si acaso: In erster linie, die linie der pflicht.

Miraba yo a la espalda de don Felipe, que me pareció ver algo así como un ectoplasma —era del género femenino, de eso estoy seguro— ya formado del todo y otro a medio hacer, también femenino, que estaba en ese camino largo y peligroso que separa al aura del ectoplasma. Se tocaba la primera con un gorro prusiano de esos que acababan en punta, como los de Otto von Bismarck, que sin saber exactamente por qué aparecía perfectamente acoplado a la educada sonrisa de su propietaria, gesto de aquí estamos todos a cumplir con nuestro trabajo.

La segunda era todavía como un aura, rubia y con tacones muy altos.

Qué raro.

Mañana, siguiente capítulo: ¡Gusto de verte, Esperanza!

Seguimos con la reconquista desde el SUR le pese a quien le pese. ... (ver texto completo)
RELATOS DE DON LEANDRO (José María Izquierdo)

El irreprimible llanto de Fátima

Me di cuenta enseguida de que iba a haber nuevos datos sobre el paro.

—Me voy un par de días, presidente, porque si no me voy no podré llegar y entonces cómo vuelvo —oí que le decía Montoro al presidente.

—Yo tengo también un roadshow, ya sabes, que nos conviene que vaya a Kazajistán, que lo mismo hay que echar mano de un buen offshore… Y si no, oye, un buen abrigo de astracán… —explicó De Guindos.

—Así que van a salir los datos de la EPA —les dijo Mariano, que se creían que le iban a pillar desprevenido. A él, que se tiró años escaqueándose cuando fue vicepresidente. Y presidente, si a eso vamos.

— ¡No, de ninguna manera, cómo puedes pensar eso! —dijo De Guindos, colorado como un semáforo.

— ¡No, no —protestó Montoro—, cómo piensas nosotros solo a ti, que eso no podría ser porque estarías sin nadie!

—Ya te has vuelto a liar, Cristóbal, que has dicho justo lo contrario de lo que querías decir.

—Si es que me tienes hecho un lío, Mariano, que como siempre tengo que lo contrario del día decir anterior… Así no hay quien pueda hilar dos seguidos pensamientos.

—Eso te pasa porque te lo preparas poco, Cristóbal —le dijo De Guindos—, que sales a pecho descubierto ante las fieras y pasa lo que pasa. Fíjate y aprende, que en Lehman… perdón, allí, en aquel sitio sin nombre, teníamos que hacer mucho de esto. ¿Que los datos son un espanto? Pues nada, se dice que “hay un cambio de giro en la evolución cíclica”, que lo mismo te vale para una subida que para una bajada.

—Oye, Windows, que yo dije “no vamos a subir impuestos en España, vamos a cambiar la ponderación”…

—No está mal, no —intervino Rajoy—. A ver si me lo aprendo…

—Pues escucha esta, que la dije de corrido y mirando al infinito cuando anunciamos que íbamos a subir el IVA: “El Gobierno está planteando una modificación del sistema impositivo en España”. ¿Qué os parece?

—Oye, Luis, que has dicho un párrafo entero sin palabras en inglés…

—Perdón, perdón… Pero ahora os cuento lo de la due diligence. Bueno, o si preferís lo de los revolving credit…

Así que llegaron los datos de la EPA. Más parados. A miles. Qué digo a miles, a decenas de miles, a centenares de miles…

— ¿Pero hay tantos españoles, Fátima?

—Sí, presidente, sí, pero polvo somos y en polvo nos convertiremos —dijo Fátima entre grandes lloros. ¡Buaaaaa!

Que es que era aparecer la ministra de Trabajo en una reunión, como aquella del Consejo de Ministros, la sala se quedaba en media penumbra y se oían rayos y truenos en el exterior. Cómo sería la cosa que un día estuve a su lado, observándola, porque yo mismo pensé que lo mismo esta Báñez venía de algún mundo de las tinieblas, como los ectoplasmas y yo mismo. Y no. Es humana. Pero triste y ceniza como una recopilación de fados. Sepulcral, para qué ocultarlo. Arenas siempre se le aparecía por detrás, que la patrocinaba mucho, y la animaba: ¡Fatimita, campeona, a ver esa sonrisita! Ella se esforzaba, la verdad. Pero era peor.

—Toma un clínex, toma un clínex. A ver, venga, esas cifras…

—El número de cadáveres ha aumentado este trimestre…

— ¡Fátima!

—Y es que, compañeros de Gobierno, pues para los vivos queda la envidia ante sus adversarios, en cambio lo que no está ante nosotros es honrado con una benevolencia que no tiene rivalidad.

—Al porche, sacarla al porche, a que la dé el aire…

—Porque los cuervos que revolotean en torno a nuestros niños, esperando su desfallecimiento por la maldita viruela…

—Fuera, fuera…

El momento fue tremendo, con todos los ministros lívidos ante el panorama de los pajarracos, que menos mal que el presidente se recupera con facilidad.

—Bueno, venga. Hagamos una tormenta de ideas, que cada vez que digo eso de la herencia recibida me da una punzada el hígado y empiezo a preocuparme…

—Eso te pasa, presidente, porque no hemos alargado lo suficiente esto de la herencia, intervino Soraya. Si le echamos la culpa a Sagasta, a lo mejor… Por cierto, que me he aprendido yo un par de artículos de una ley muy interesante de 1877, y si queréis os puedo…

—Otro día, Soraya, otro día…

—Verás, presidente, a mí se me ha ocurrido una idea —dijo Ana Mato.

Noté cómo se hizo el silencio. Espeso. Ni el vuelo de una mosca, que se dice. Mariano se quedó paralizado y a los ministros les entró como tortícolis, que nadie quería mirar al que tenía al lado, no fuera a ser que la cosa pasara a mayores…

—Lo que sí puedo asegurar, Mariano —rompió el hielo García Margallo, que para eso es el amigo del jefe—, es que cualquier cosa que pongamos en marcha me comprometo a venderla en el ancho mundo, comenzando por nuestros amigos hispanoamericanos, sangre de nuestra sangre, allí la espada y la cruz y la Madre patria…

—Bien, Margallo, bien, pero antes habrá que pensar en algo.

—Pues mira, se me ha ocurrido que lo mejor que podemos hacer es crear una comisión, todo privado, que conste, para que coordine a los asesores que coordinen a los comisionistas para que trabajen en un papel para que luego el presidente, con su superior criterio, toda nuestra confianza en tu capacidad, qué haríamos sin ti…

—Basta, Margallo, que ya nos conocemos…

— ¡Alabado sea el Santísimo! —interrumpieron entonces Gallardón y Jorge Fernández al unísono.

— ¿Y?

—Nada, que alabado sea el Santísimo… \[Gallardón \].

—Bueno, y que si contratamos a unas decenas de miles de policías, que me faltan manos para tanto alborotador… \[Fernández \].

—No sé si me habéis oído, pero he dicho que he tenido una idea —repitió Mato.

Silencio. Más denso aún. Caliginoso. Plúmbeo.

—Pues yo creo, presidente, que podíamos poner en marcha una cosa muy original que se me ha ocurrido y es un plan para pintar barandillas y poner bordillos y esas cosas y podíamos llamarlo Plan E…

— ¡Wert!

—Si lo hacía por animar el ambiente, es que cada día que viene Fátima no tenemos un momento de paz…

— ¿He oído paz? ¡La paz de los cementerios! —se oyó gritar a Báñez desde la entrada, que ya se había recuperado un tanto tras dos copazos de coñac, contribución desinteresada a la causa del cuerpo de conserjes.

Eché la vista atrás y la verdad es que pocos ministros de Trabajo salieron dicharacheros y jacarandosos, que ya me contarán el que entregó el relevo a Báñez, Valeriano Gómez. Le acompaño en el sentimiento, le decían en la calle. ¿Almunia, Chaves, Griñán?

El primero que lo llevó con garbo y galanura fue Javier Arenas, que lo vio clarito. “Les mato a desayunos, jefe, les mato a desayunos”, le decía a Aznar refiriéndose a los sindicatos. “Ni respirar les dejo, que paquí pallá y ahora pactamos y luego esperad un poco”. Vino luego un paréntesis pedregoso con los dimisionarios Pimentel y Aparicio. Pero de nuevo renació el mundo de la alegría, el jolgorio, la parranda y el bullicio, que pronto llegó Eduardo Zaplana.

Ya me he ido de Gobierno otra vez. Cada día estoy peor.

—… Acabamos entonces —estaba diciendo el presidente—. Hemos quedado en que seguimos con lo de la herencia recibida, y cuando lleguemos a los tres años nos lo volvemos a plantear. Que aquí paz y después gloria.

Se levantó el Consejo y todos hicieron como si no se oyeran los gritos que llegaban desde la calle, mientras el coche oficial se alejaba: “Los cielos se cerrarán sobre nosotros y una lluvia de fuego acabará con todas las oficinas del Inem…”.

—Qué buen tiempo hace —le decía Morenés a Ana Pastor.

Y es que hay que ver cómo se queda uno de tranquilo cuando encuentra soluciones sencillas a problemas tan complejos, que me dijo una noche Mariano en el intermedio de un Deportivo-Celta.

—Un partidazo, Leandro, un partidazo.

Mañana, siguiente capítulo: El Rey, mártir, se flagela.

Seguimos con la reconquista desde el SUR le pese a quien le pese. ... (ver texto completo)
RELATOS DE DON LEANDRO (José María Izquierdo)

Hola, Mariano; soy Leandro
En la entrega de hoy el fantasma Leopoldo relata su primer encuentro con Rajoy en el Palacio de la Moncloa

Para esto de las apariciones hay que tomarse su tiempo. Porque ya he comprobado que ninguno de los presidentes le ha informado a su sucesor de mi existencia. No, si yo lo entiendo. Si se tienen la tirria que se tienen, a ver en qué momento se introduce en la charla del relevo, si es que la hay, eso de verás, Leopoldo, ... (ver texto completo)
¡RUCCIOOOOOOOOOOOOOOOO! Con dos líneas mal puestas nos es suficiente.
RELATOS DE DON LEANDRO (José María Izquierdo)

Hola, Mariano; soy Leandro
En la entrega de hoy el fantasma Leopoldo relata su primer encuentro con Rajoy en el Palacio de la Moncloa

Para esto de las apariciones hay que tomarse su tiempo. Porque ya he comprobado que ninguno de los presidentes le ha informado a su sucesor de mi existencia. No, si yo lo entiendo. Si se tienen la tirria que se tienen, a ver en qué momento se introduce en la charla del relevo, si es que la hay, eso de verás, Leopoldo, ... (ver texto completo)
Muy trabajado Ruccio.
RELATOS DE DON LEANDRO (José María Izquierdo)

Los ectoplasmas y yo

Tú me aseguras que no tendré que hablar con la Merkel, José Manuel? Chico, es que me agarra de la manga y venga a decirme cosas en inglés, que cuando dice Cameron y Monti bien está, pero el resto ya me dirás…

—No te preocupes, Mariano, que yo no me muevo de tu lado y ya sabes que mi inglés es, sin ánimo de presumir, francamente extraordinario, contestaba García Margallo.

—También yo estaré allí, presidente, que es cierto ... (ver texto completo)
RUCCIOOOOOOOOOO: ¡AMÉN!

Esa reconquista dura más que una sem, ana sin pan. Pero, ¿de qué reconquista hablas, ruccio?
RELATOS DE DON LEANDRO (José María Izquierdo)

Los ectoplasmas y yo

Tú me aseguras que no tendré que hablar con la Merkel, José Manuel? Chico, es que me agarra de la manga y venga a decirme cosas en inglés, que cuando dice Cameron y Monti bien está, pero el resto ya me dirás…

—No te preocupes, Mariano, que yo no me muevo de tu lado y ya sabes que mi inglés es, sin ánimo de presumir, francamente extraordinario, contestaba García Margallo.

—También yo estaré allí, presidente, que es cierto ... (ver texto completo)
RELATOS DE DON LEANDRO (José María Izquierdo)

Tiembla, Argentina, tiembla

Fíjate, Leandro, qué papelón, se lamentaba Mariano, que esto se lo hubieran hecho a Zapatero bien está, pero a mí…

Aquel fue un día espantoso, terrible, Leandro. ¿Porque le puedo llamar Leandro, verdad?

Malo, me dije, que cada vez que un presidente me pregunta si me puede llamar por mi nombre me espera la del pulpo: fachoso y con ramificaciones.
... (ver texto completo)
RELATOS DE DON LEANDRO (José María Izquierdo)

Jorge, Alberto y el santo rosario
Yo sé, me lo confesó un día el presidente, que no soporta al titular de Justicia, que desde que le nombró ministro está cada día más pelota.

Ave María Purísima, presidente.

Jorge Fernández-Díaz es muy educado. Asoma siempre la cabeza y pide permiso para entrar.

—Sin pecado concebida, presidente. ... (ver texto completo)
Desde el SUR seguimos con la reconquista de los EREs, que no termina todos los días tenemos noticias nuevas, vamos que aumenta el tema.
RELATOS DE DON LEANDRO (José María Izquierdo)

Jorge, Alberto y el santo rosario
Yo sé, me lo confesó un día el presidente, que no soporta al titular de Justicia, que desde que le nombró ministro está cada día más pelota.

Ave María Purísima, presidente.

Jorge Fernández-Díaz es muy educado. Asoma siempre la cabeza y pide permiso para entrar.

—Sin pecado concebida, presidente. ... (ver texto completo)
¡ruccioooooooooooooooo! ¡amén!
RELATOS DE DON LEANDRO (José María Izquierdo)

Jorge, Alberto y el santo rosario
Yo sé, me lo confesó un día el presidente, que no soporta al titular de Justicia, que desde que le nombró ministro está cada día más pelota.

Ave María Purísima, presidente.

Jorge Fernández-Díaz es muy educado. Asoma siempre la cabeza y pide permiso para entrar.

—Sin pecado concebida, presidente.

Alberto Ruiz-Gallardón le acompaña, que ahora están que parecen Dixie y Pixie.

—Pasad, pasad, pero os recuerdo que la catedral de la Almudena está en otro sitio.

— ¡Qué graciosísimo, qué ingeniosísimo!, gorjea Ruiz-Gallardón.

Yo sé, que me lo confesó un día el presidente, que no soporta al titular de Justicia, que desde que le nombró ministro está cada día más pelota. Ya lo era, ¿eh?, me dijo, que uno no se vuelve así de la noche a la mañana… Que un poco siempre gusta, la verdad, para qué negarlo, pero un mucho cansa. Así que le miró con un gesto un poco atravesado.

—Menos rollo y más currar, que no está la cosa para bromitas. Ya sabéis lo del peligro de intervención…

Y es que se le había quedado como un poso en el cerebro, que a todo el que le visitaba le soltaba lo de la intervención.

—… Aunque al final podré evitarla, que me costará mucho trabajo pero oye, trabajando como Dios manda…

—Eso, eso, obedeciendo a Dios, sí…

—…todo se consigue. ¿Os he contado lo que le dije un día a Merkel, que estaba así como chulita y fui yo y gracias a Dios…

—Ahí, ahí, gracias a Dios. ¿Rezamos algo?, dijo Fernández Díaz.

—Sí, bueno, eso, gracias a Dios, pero verás, presidente —terció Gallardón que veía cómo Rajoy miraba al titular de Interior como si fuera un extraterrestre— es que se nos ha ocurrido una reforma de la ley esa…

— …que llamamos la de leña al borroka, siguió Fernández-Díaz, que oír otra vez lo de Monti era demasiada penitencia incluso para él.

—… que sabemos que te va a gustar muchísimo, acabó la frase Gallardón.

—Bueno, bueno, ¿y eso cuesta algún duro?

— ¡Ni uno!, dijeron los dos ministros como si fueran el dúo Pimpinela, que yo les oía mucho porque en época de Aznar les gustaba mogollón a las gentes de por aquí.

—No solo no solo no cuesta dinero. ¡Es que está pensada para ingresar!

—A ver, a ver…

—Es una idea genial, que reportará beneficios económicos, sí, pero también espirituales, que reforzará la unidad de la familia, y tú ya sabes cómo nos importa la familia, dijo el de Interior mientras asentía el de Justicia.

—Sí, bueno, la familia, bien. Primero lo de la pasta. Si no te importa.

— ¡Cómo nos va a importar!, en absoluto, presidente, terciaba Gallardón. Hemos pensado que está bien esto de cercar a las del aborto, meter a la gente en la cárcel por quedarse quieta ante los palos de nuestros aguerridos policías, almas cándidas y sin ninguna maldad…

—… Y no te olvides de lo de incluir a todo el que haya convocado fiestas de cumpleaños por Internet, que tuvo mucho éxito, apuntaba Fernández-Díaz…

—Pues a raíz de todo ello hemos pensado…

Otra vez Pimpinela.

— ¡Que no los metemos en la cárcel, pero les vamos a sacudir unas multas de aquí te espero! Pasta por dos sitios: ahorro de rancho en las prisiones, y recaudación para el pobre Montoro, que ya ves, presidente, cómo anda, que no hay quien le dirija la palabra…

— ¿Y si no tienen dinero, que casi todos ellos son unos mataos?

—Esto es lo mejor, respondió Gallardón. ¡Se lo cobramos a los padres, y si no tienen, a los hermanos, y si esto también falla, a los primos en primer grado, y luego a los de segundo y más allá a los de tercero, o a los suegros, o a los hermanos de los suegros, o a los primos de los suegros… ¡La familia, presidente, la familia, ese núcleo fundamental de la civilización occidental que ya nos dijo el Santo Padre…!

—Por cierto, intervino Fernández Díaz, que también se me ha ocurrido que si traemos al Papa, Dios lo tenga bien protegido, varias veces al año, y le llevamos en una ronda por las provincias, tal que si fuera la Vuelta a España, pero en papamóvil, y recaudamos…

—Ya, bueno, sí, ya os he entendido, Jorge Alberto… Lo pensaré, lo pensaré…

—Que el señor sea contigo, dijo Gallardón.

—Y con tu espíritu, añadió Fernández Díaz un tanto atropellado, que yo me quedé pensando si es que sabía algo de mi existencia. Que es hablar de los espíritus y es que me entra un mosqueo…

Esto de los ministros recaudando no era nuevo, que se pegaban entre ellos para ser el primero de la clase. Yo los veía cómo se miraban de refilón en los Consejos a ver quién ahorraba o recaudaba más, que un día de estos van a proponer alquilar La Moncloa durante el mes de agosto como residencia de verano. A mí es que me gustan mucho los previos de los Consejos. Recuerdo yo que…

—Ni se te ocurra volver con lo de Semprún y el libro al revés de Guerra, Leandro, que ya lo han contado hasta Los Morancos, me cortó el hilo el ectoplasma de Felipe, que siempre estaba por allí, el tío.

Decía que ninguno de los ministros soltaba la cartera, no fuera a ser que el de al lado le viera algún papelillo…

—He pensado presidente, que si los soldados hacen la instrucción con palos de madera, que total, para las guerras que no tenemos, decía Morenés. Y eso los de Infantería, que en Aviación estamos haciendo pruebas con las consolas, que oye, presidente, lo mismito que volar en un caza y sin gastar un euro en carburantes… Por no hablarte de la Marina, porque como ya sabemos que los barcos no se hunden, para qué ponerlos a navegar, que moverlos es una ruina…

Wert se ufanaba:

—Las tasas ya las hemos subido, ya. Pero vamos a juntar a los alumnos de varios cursos en una sola clase. Total, como no va nadie… Y el resto de aulas vacías se las cedemos a los Legionarios de Cristo o a los kikos, y una pasta que nos embolsamos, que no se irán a quejar de que no tienen machacante… Y eso en la universidad, que en primaria ya ni te cuento…

—Las medicinas para curar están bien, intervino Ana Mato, pero mis chicos han descubierto algo mejor: ¡las hierbas para curar! Mismamente cogidas del campo…

A Montoro la cosa le gustaba poco. A Guindos, tampoco, la verdad, que yo les notaba que se iban calentando… Y saltaron.

—A ver si me voy a tener que poner yo a aviones conducir en la Marina porque las guerras a lo mejor, quién sabe, que es posible que se produzcan pero quizá suba el presupuesto de Defensa, que las camillas en las aulas las lleven los kikos, dijo Montoro, que acababa de reunirse con los consejeros de Hacienda de las Comunidades y estaba como para aguantar bromas.

Lo tradujo Soraya. Era la costumbre.

—Cristóbal quiere decir que agradece mucho el interés de todas las señoras ministras aquí presentes, así como a los ministros, a los que tanto aprecia, y les aplaude porque se preocupen tanto por las cuentas del Estado, pero que él ya se dedica a ello. Sobre poco más o menos, que aquí cada uno se lama etcétera y que como alguien se meta en lo suyo le va romper la crisma. Por cierto, que ando ya muy adelantada con el Código Civil. Artículo 39: “Si por haber expirado el plazo durante el cual funcionaban legalmente, o por haber realizado el fin para el que se constituyeron…”.

De Guindos intervino solo un momento. Pero serio, para que vieran que con él, bromas, las justas.

—Bien. Está bien. Lo de las hierbas, Anita, por cierto, me ha gustado mucho. Pero espero que las cobréis. El que se quiera curar con manzanilla, que la pague. Y si no, agua del grifo, y ya. Siempre hay mejoras en los procedimientos, que decíamos en Lehman. Pero yo sigo creyendo que lo mejor es un cherry tree, o si no un outsourcing o bueno, si me forzáis, un over-the counter…

— ¿Habéis llamado a Bruselas a pedir permiso?, preguntó Rajoy.

Mañana, siguiente capítulo: Tiembla, Argentina, tiembla

Seguimos con la reconquista desde el SUR le pese a quien le pese. ... (ver texto completo)
ASI ESTAN LAS COSAS, Y ASI NOS VA.

Como queremos salir de la crisis si todos los del gobierno suspenden, y están peor valorados que los del gobierno de ZP.

Comparativa de ministros

El CIS publicado el pasado lunes es así de cruel con este Gobierno: por ejemplo, Arias Cañete (3,59) tiene medio punto menos que Rosa Aguilar en su último mes como ministra de Agricultura de Zapatero (4,1). José Manuel Soria (3,16) empata virtualmente con el denostado Sebastián (3,17) o Ana Pastor (3,50) apenas ... (ver texto completo)
ROSA AGUILAR. ¡Quién lo diría! De comunista se pasó a... ¿Por qué?
RELATOS DE DON LEANDRO (José María Izquierdo)

¿Se confirma lo de Luis y Cristóbal?
Rato era muy amable. Llegaba con cara de invitar a un vermú. A Aznar le contaba lo imprescindible, para que le dejara en paz

Luis de Guindos entró en el despacho del presidente como una tromba. En realidad entró como siempre, que el ministro de Economía y Competitividad —yo también quiero dos nombres, le había dicho a Rajoy, como Montoro, que lo es de Hacienda y Administraciones Públicas— acostumbra a entrar ... (ver texto completo)
ASI ESTAN LAS COSAS, Y ASI NOS VA.

Como queremos salir de la crisis si todos los del gobierno suspenden, y están peor valorados que los del gobierno de ZP.

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