Me regaló todo su amor y compañía durante 16 años. Al final de su vida veía muy poco, estaba sorda y con problemas de corazón. Un noche, la vi mal y me quedé junto a ella hasta que murió en mis brazos al amanecer. Murió mirándome fijamente, como despidiéndose de mí.
Si de verdad existe eso que cuentan de que al morir vemos un túnel con una luz al final y nuestros seres queridos esperándonos, me encantaría que uno de esos seres fuese mi perra Bany dando saltos y moviendo la colita. La tengo enterrada en un rinconcito del garaje con su nombre grabado en el suelo.