“Miel sobre hojuelas” (manera de significar que una cosa viene o recae muy bien sobre otra o le añade nuevo realce); “no hay miel sin hiel” (refrán que enseña la inconsciencia y poca duración de los bienes humanos pues tras su suceso próspero y feliz viene regularmente otro triste y desgraciado); “no se hizo la miel para la boca del asno” (que reprende a los que, por desconocimiento, eligen lo peor entre lo que se les presenta, despreciando lo mejor); “el que entre miel anda algo se pega” (expresión utilizada para referirse a quienes puedan aprender actitudes de personas con las que se relaciona; “Dejar con la miel en los labios” (privar a alguien de lo que empezaba a gustar y disfrutar). Vaya riqueza tiene el refranero de la miel.
¿Por qué será? Posiblemente, por su polivalencia en endulzar, por sus propiedades terapéuticas y por la variopinta importancia que ha tenido siempre en la historia de los pueblos, culturas y civilizaciones. En excavaciones realizadas hace unos 2000 años en el antiguo Egipto se encontraron diversas muestras muy bien conservadas en vasijas no herméticamente tapadas. También se han localizado prehistóricas pinturas rupestres de su utilización.
La miel, que es sobradamente conocido que la producen las abejas a partir del néctar de las flores, tiene cualidades reconocidas y apreciadas por la humanidad desde tiempos remotos, como alimento y como poder para endulzar el doble que el azúcar.
Entre sus muchas aplicaciones terapéuticas y debido a sus propiedades antimicrobianas y antisépticas, contribuye a cicatrizar y a prevenir infecciones en heridas y quemaduras superficiales. Tiene campo en la cosmética, en cremas, mascarillas de limpieza facial y tónicos, entre otros, debido a sus cualidades astringentes y suavizantes.
Se emplea, también, en la medicina tradicional y es un importantísimo conservante natural. Pero, atención, es en algunas ocasiones tóxica. Así es, tóxica. Debido a que procede de flores silvestres, existen algunos momentos y lugares en los que la miel producida por las abejas es muy tóxica.
En torno a esta nociva producción, existen historias de la utilización de miel venenosa procedente de los rododendros y azaleas como arma de guerra en la antigüedad. Esta es muy difícil de encontrar. La forma de la flor de azalea hace que las abejas les resulte complicado de acceder al néctar.
La miel ha tenido en la historia otras aplicaciones. Por ejemplo, los traslados de cuerpos humanos en la antigüedad se hacían sumergidos de miel, ya que las levaduras aerotransportadas no pueden prosperar en esta debido a la baja humedad que contiene. Alejandro Magno fue llevado desde Babilonia hasta Alejandría (Egipto) en el año 323 a. C. También el cuerpo de Agesilao, rey de Esparta, en el año 360 a. C., se trasladó desde Egipto hasta su ciudad natal, empleando miel para evitar su descomposición.
Enric Ribera Gabandé
E. mail: riberaenric@telefonica. net
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La miel, que es sobradamente conocido que la producen las abejas a partir del néctar de las flores, tiene cualidades reconocidas y apreciadas por la humanidad desde tiempos remotos, como alimento y como poder para endulzar el doble que el azúcar.
Entre sus muchas aplicaciones terapéuticas y debido a sus propiedades antimicrobianas y antisépticas, contribuye a cicatrizar y a prevenir infecciones en heridas y quemaduras superficiales. Tiene campo en la cosmética, en cremas, mascarillas de limpieza facial y tónicos, entre otros, debido a sus cualidades astringentes y suavizantes.
Se emplea, también, en la medicina tradicional y es un importantísimo conservante natural. Pero, atención, es en algunas ocasiones tóxica. Así es, tóxica. Debido a que procede de flores silvestres, existen algunos momentos y lugares en los que la miel producida por las abejas es muy tóxica.
En torno a esta nociva producción, existen historias de la utilización de miel venenosa procedente de los rododendros y azaleas como arma de guerra en la antigüedad. Esta es muy difícil de encontrar. La forma de la flor de azalea hace que las abejas les resulte complicado de acceder al néctar.
La miel ha tenido en la historia otras aplicaciones. Por ejemplo, los traslados de cuerpos humanos en la antigüedad se hacían sumergidos de miel, ya que las levaduras aerotransportadas no pueden prosperar en esta debido a la baja humedad que contiene. Alejandro Magno fue llevado desde Babilonia hasta Alejandría (Egipto) en el año 323 a. C. También el cuerpo de Agesilao, rey de Esparta, en el año 360 a. C., se trasladó desde Egipto hasta su ciudad natal, empleando miel para evitar su descomposición.
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