El forajido y el racista se enfadan....

El forajido y el racista se enfadan.

El forajido Puigdemont y el racista Torra andan muy enojados con que Pedro Sánchez haya cambiado de postura y finalmente el Gobierno opte por la decencia y la legalidad y vaya a respaldar la defensa del juez Llarena.

Álvaro Martínez.

Actualizado:

28/08/2018 16:08h.

Aunque en la foto de arriba sonrían, el forajido Puigdemont y el racista Torra andan muy enojados con que Pedro Sánchez haya cambiado de postura y finalmente el Gobierno opte por la decencia y la legalidad y vaya a respaldar la defensa del juez Llarena en la demanda trapisondera que le han puesto el huido de Waterloo y sus adláteres prófugos de la Justicia. Puigdemont, golpista de primera hora, ha llegado a tal punto de desvergüenza que ayer consideró gravísimo que el Estado «le pague la defensa a un ciudadano, sea juez o no». ¡Y lo dice él!, que ha utilizado el dinero de los catalanes a espuertas para sublevarse contra el Estado, que ha derrochado millones de euros de esos catalanes en la loca aventura de llevarles a la ruina y de provocar en Cataluña el mayor cisma social (con familias que hoy no se hablan) desde la Guerra Civil.

Tal es su desfachatez que también acusó a PP y Ciudadanos de «flirtear con la violencia» solo un par de días después de que un disciplinado CDR –esas tenebrosas brigadas de la porra del separatismo– le partiera la cara a una mujer, en presencia de sus hijos, cuando retiraba de la calle los símbolos de los golpistas. Y decirlo el mismo día que la Fiscalía se dispone por fin a actuar contra los Mossos, convertidos por Quim Torra en un trasunto de «policía política» dedicada a purgar las calles de ciudadanos –«bichos», en la jerga «indepe»– que intentan evitar que la propaganda de los sediciosos (los lacitos amarillos no son otra cosa) domine el espacio público, el de todos.

Tras recibir las preceptivas órdenes de Puigdemont (motivo por el que ayer se desplazó hasta donde sucumbió Napoleón), Torra siguió con la técnica de la amenaza que abriera fechas atrás al anunciar abiertamente, y con la petulancia de un fanfarrón, que se disponía a «atacar al Estado», algo que al parecer a la vicepresidenta Carmen Calvo le inquieta lo mismo que un pellizco de monja o el capón de un cura, que hablamos de la ministra de Igualdad. Siguiendo esta línea, el Torra avisó que llega un «otoño caliente» orientado a «implementar la república y hacerla real». El forajido de Waterloo completó la traca de su subordinado divisando «nubarrones negros» y ambos avisaron a Sánchez de que ya es hora de pasar «de las fotos a los hechos».

La política de distensión, diálogo y demás paparruchas buenistas del sanchismo está dando sus frutos. Sin duda... [ESPAÑA]

Álvaro Martínez.

Redactor jefe.