PP-Ciudadanos, un divorcio en siete etapas
Arrimadas ha consumado en año y medio la ruptura con la herencia que le dejó Rivera
Desde la llegada de Ciudadanos al panorama político nacional, con su entrada en el Congreso en el 2016, las idas y venidas con los populares han sido constantes. Los socios por conveniencia certifican su ruptura tras la implosión de sus acuerdos territoriales en Murcia y Madrid.
La irrupción nacional de Cs
Cs se ofrecía como una alternativa al bipartidismo del PP y el PSOE, y en su campaña para las generales del 2015 se hartó de prometer que no investiría ni a Mariano Rajoy ni a Pedro Sánchez: "A Rajoy y a Sánchez ni investidura, ni pacto, ni Gobierno, ni ministros, ni vicepresidente... Más claro, el agua", espetó Albert Rivera en una entrevista con '20 minutos'.
Poco tardó en incumplir su compromiso. Primero suscribió un acuerdo con Sánchez que, pese a no llegar a buen puerto, se consagró de forma solemne en el Congreso. Y la repetición electoral, que le costó ocho escaños a Cs, acarreó otro giro: Rivera aseguró en un desayuno del Foro Primera Plana organizado por EL PERIÓDICO que no investiría a un líder de un partido "corrupto", pero pactó con Rajoy su elección en el 2016.
El intento de opa al PP
La victoria electoral de Inés Arrimadas en Catalunya el 21-D del 2017, catapultó a Cs frente al independentismo. La candidata nunca intentó ser investida presidenta al no tener los apoyos suficientes, pero Rivera se sintió fuerte para intentar el ‘sorpasso’ al PP. "Ni rojos ni azules, yo solo veo españoles", llegó a decir en el 2018. Rivera se obcecó desde entonces en querer liderar la derecha.
A Mariano Rajoy le preocupaba Cs, pero no en exceso. Tenía hasta 2020, pensaba él, para distanciarse de su competidor desde la Moncloa. Pero ese guion incluía un giro impredecible. Llegó en mayo de 2018.
La moción de censura a Rajoy
Tras una sentencia sobre la red de corrupción de la Gürtel, Pedro Sánchez se lanzó a presentar una moción de censura contra el jefe del Ejecutivo y Rajoy fue desalojado de la presidencia del Gobierno. Los 32 diputados naranjas cometieron un error estratégico al votar 'no' a la moción y apoyar la continuidad del PP, porque dañaron la imagen que se habían ganado como regeneradores de la política. Rivera creyó ver debilidad en el PP, que había cambiado de líder y había elegido a Pablo Casado, y viró a la derecha para intentar ocupar su espacio. Vox dio la campanada en diciembre de 2018.
La fotografía de Colón
En febrero de 2019, PP, Cs y Vox convocaron una manifestación en la plaza de Colón de Madrid para protestar contra el Gobierno de Sánchez por dialogar con la Generalitat de Catalunya. El lema oficial era "Por una España unida. ¡Elecciones ya!" para exigir al PSOE que finiquitara la legislatura y acabó con una fotografía conjunta de los líderes de los tres partidos de la derecha: Casado, Rivera y Santiago Abascal.
Arrimadas no llegó a ir por "problemas con el vuelo", informó aquella mañana su equipo. Era la primera vez que se visualizaba la derecha troceada y unida a la vez.
El veto de Cs al PSOE y la dimisión de Rivera
Tras las elecciones del 28 de abril del 2019, en las que Cs consiguió 57 escaños –el PP cosechó 66-, Rivera cimentó un veto al PSOE que provocó una fuga de dirigentes. En mayo, tras las autonómicas, pactó con el PP en la Comunidad de Madrid, Murcia, Castilla y León (con el apoyo externo de Vox). El bloqueo llevó a la repetición electoral y en la convocatoria de noviembre, cuando detectó en las encuestas internas que se hundía, tendió la mano a los socialistas. Era demasiado tarde. El 10-N sufrió una debacle sin precedentes, al pasar de 57 a 10 escaños. Rivera dimitió.
El giro al centro de Arrimadas
Arrimadas tomó las riendas de Cs con unas filas muy debilitadas, con choques internos y con el estallido de la pandemia del coronavirus, erigiéndose como un partido "leal y con sentido de Estado". El rechazo de algunos cofundadores, el goteo de dimisiones y el sector crítico, que trató de combatir el hiperliderazgo, obligaron a la nueva líder a imprimir un sello propio con una vuelta a las esencias centristas. En 2020, apoyó las prórrogas del estado de alarma y se ofreció a negociar los Presupuestos Generales del Estado, aunque finalmente Sánchez se decantó por ERC.
Pese al intento de coaligarse con el PP para las elecciones catalanas, el fiasco de la coalición en Euskadi dificultó las alianzas y los populares quisieron volar solos. Cs tendió la mano entonces al PSC, en campaña, para intentar gobernar juntos en Catalunya, pero los socialistas miraron hacia otro lado. El hundimiento el 14-F, cuando pasaron de 34 a seis escaños, les hizo caer en la irrelevancia política en el tablero catalán que habían intentado dominar como líderes de la oposición desde el 2017.
La última muestra del intento de despegarse de la herencia de Rivera es la ruptura del Gobierno de coalición que mantenían con el PP en Murcia y otros cinco ayuntamientos de la región, incluida la capital. Cs se ha acercado al PSOE para sumar. La presidenta naranja está intentando hacer ahora aquello que no quiso Rivera en 2019: jugar en el centro y mirar a izquierda y derecha.
Arrimadas asegura que su voluntad era circunscribir a Murcia el divorcio con el PP, aunque ese movimiento ha tenido consecuencias en Madrid y Castilla y León, donde también comparten el ejecutivo. En unos días se verá el alcance de esos efectos colaterales y hasta qué punto domina el partido para controlar el resultado de las mociones de censura presentadas.
Arrimadas ha consumado en año y medio la ruptura con la herencia que le dejó Rivera
Desde la llegada de Ciudadanos al panorama político nacional, con su entrada en el Congreso en el 2016, las idas y venidas con los populares han sido constantes. Los socios por conveniencia certifican su ruptura tras la implosión de sus acuerdos territoriales en Murcia y Madrid.
La irrupción nacional de Cs
Cs se ofrecía como una alternativa al bipartidismo del PP y el PSOE, y en su campaña para las generales del 2015 se hartó de prometer que no investiría ni a Mariano Rajoy ni a Pedro Sánchez: "A Rajoy y a Sánchez ni investidura, ni pacto, ni Gobierno, ni ministros, ni vicepresidente... Más claro, el agua", espetó Albert Rivera en una entrevista con '20 minutos'.
Poco tardó en incumplir su compromiso. Primero suscribió un acuerdo con Sánchez que, pese a no llegar a buen puerto, se consagró de forma solemne en el Congreso. Y la repetición electoral, que le costó ocho escaños a Cs, acarreó otro giro: Rivera aseguró en un desayuno del Foro Primera Plana organizado por EL PERIÓDICO que no investiría a un líder de un partido "corrupto", pero pactó con Rajoy su elección en el 2016.
El intento de opa al PP
La victoria electoral de Inés Arrimadas en Catalunya el 21-D del 2017, catapultó a Cs frente al independentismo. La candidata nunca intentó ser investida presidenta al no tener los apoyos suficientes, pero Rivera se sintió fuerte para intentar el ‘sorpasso’ al PP. "Ni rojos ni azules, yo solo veo españoles", llegó a decir en el 2018. Rivera se obcecó desde entonces en querer liderar la derecha.
A Mariano Rajoy le preocupaba Cs, pero no en exceso. Tenía hasta 2020, pensaba él, para distanciarse de su competidor desde la Moncloa. Pero ese guion incluía un giro impredecible. Llegó en mayo de 2018.
La moción de censura a Rajoy
Tras una sentencia sobre la red de corrupción de la Gürtel, Pedro Sánchez se lanzó a presentar una moción de censura contra el jefe del Ejecutivo y Rajoy fue desalojado de la presidencia del Gobierno. Los 32 diputados naranjas cometieron un error estratégico al votar 'no' a la moción y apoyar la continuidad del PP, porque dañaron la imagen que se habían ganado como regeneradores de la política. Rivera creyó ver debilidad en el PP, que había cambiado de líder y había elegido a Pablo Casado, y viró a la derecha para intentar ocupar su espacio. Vox dio la campanada en diciembre de 2018.
La fotografía de Colón
En febrero de 2019, PP, Cs y Vox convocaron una manifestación en la plaza de Colón de Madrid para protestar contra el Gobierno de Sánchez por dialogar con la Generalitat de Catalunya. El lema oficial era "Por una España unida. ¡Elecciones ya!" para exigir al PSOE que finiquitara la legislatura y acabó con una fotografía conjunta de los líderes de los tres partidos de la derecha: Casado, Rivera y Santiago Abascal.
Arrimadas no llegó a ir por "problemas con el vuelo", informó aquella mañana su equipo. Era la primera vez que se visualizaba la derecha troceada y unida a la vez.
El veto de Cs al PSOE y la dimisión de Rivera
Tras las elecciones del 28 de abril del 2019, en las que Cs consiguió 57 escaños –el PP cosechó 66-, Rivera cimentó un veto al PSOE que provocó una fuga de dirigentes. En mayo, tras las autonómicas, pactó con el PP en la Comunidad de Madrid, Murcia, Castilla y León (con el apoyo externo de Vox). El bloqueo llevó a la repetición electoral y en la convocatoria de noviembre, cuando detectó en las encuestas internas que se hundía, tendió la mano a los socialistas. Era demasiado tarde. El 10-N sufrió una debacle sin precedentes, al pasar de 57 a 10 escaños. Rivera dimitió.
El giro al centro de Arrimadas
Arrimadas tomó las riendas de Cs con unas filas muy debilitadas, con choques internos y con el estallido de la pandemia del coronavirus, erigiéndose como un partido "leal y con sentido de Estado". El rechazo de algunos cofundadores, el goteo de dimisiones y el sector crítico, que trató de combatir el hiperliderazgo, obligaron a la nueva líder a imprimir un sello propio con una vuelta a las esencias centristas. En 2020, apoyó las prórrogas del estado de alarma y se ofreció a negociar los Presupuestos Generales del Estado, aunque finalmente Sánchez se decantó por ERC.
Pese al intento de coaligarse con el PP para las elecciones catalanas, el fiasco de la coalición en Euskadi dificultó las alianzas y los populares quisieron volar solos. Cs tendió la mano entonces al PSC, en campaña, para intentar gobernar juntos en Catalunya, pero los socialistas miraron hacia otro lado. El hundimiento el 14-F, cuando pasaron de 34 a seis escaños, les hizo caer en la irrelevancia política en el tablero catalán que habían intentado dominar como líderes de la oposición desde el 2017.
La última muestra del intento de despegarse de la herencia de Rivera es la ruptura del Gobierno de coalición que mantenían con el PP en Murcia y otros cinco ayuntamientos de la región, incluida la capital. Cs se ha acercado al PSOE para sumar. La presidenta naranja está intentando hacer ahora aquello que no quiso Rivera en 2019: jugar en el centro y mirar a izquierda y derecha.
Arrimadas asegura que su voluntad era circunscribir a Murcia el divorcio con el PP, aunque ese movimiento ha tenido consecuencias en Madrid y Castilla y León, donde también comparten el ejecutivo. En unos días se verá el alcance de esos efectos colaterales y hasta qué punto domina el partido para controlar el resultado de las mociones de censura presentadas.