Este artículo fue escrito el 7 /12/2023 por
Antonio Vera.
Cecir que el régimen del 78 está acabado no es descubrir nada que no supiéramos que se iba a producir desde que Sánchez se abrazó al Frankenstein. Algo que intuíamos, pero que muchos rechazaban bajo el argumento de que "tranquilos que eso en España, que es Europa, nunca se va a producir". Bien, pues ya lo tenemos aquí. Por eso el acto sobre el 45 Aniversario de la Constitución, celebrado ayer en el Congreso, no deja de ser una celebración “fake”, una hipocresía más de las que nos tiene acostumbrados el Gobierno. Porque bajo los elogios impostados a la Constitución, lo que subyace de verdad es el ánimo de superarla por la vía de los hechos. Que no pueden ser más evidentes. El Ejecutivo no necesita modificar el texto de la Carta Magna sino que va a actualizarla a través de las sentencias del TC, transformando su contenido, de manera que en la práctica va a ser constitucional todo aquello que diga el alto tribunal, controlado por el Gobierno. No de otra forma se puede entender que sea constitucional una ley como la de amnistía, que es un clamoroso atentado contra el artículo 14 de nuestra Carta Magna, que consagra el principio igualdad de los españoles ante la ley. Artículo que va a quedar como mera declaración de principios, pero que no se va a llevar a la práctica en España. Porque Puigdemont no es igual que nosotros ante la ley. Él y sus compinches van a ser amnistiados por delitos graves simplemente porque su voto le hace falta a Sánchez para gobernar. Puigdemont tiene más derechos que los demás. Puede delinquir, puede malversar, puede declarar la independencia de Cataluña, puede huir de la Justicia, denigrar a España y a los españoles y hacer lo que le venga en gana. Ni va a ser detenido, ni juzgado, ni condenado. Va a ser amnistiado. Porque lo necesita Sánchez para continuar en la Moncloa. Luego la igualdad aquí y hoy es una entelequia. Pese a lo cual, el presidente que nos gobierna se permitió ayer el descaro de decir que en esta legislatura se van a producir grandes avances en igualdad. La hipocresía personificada por quien es capaz de hacer constantemente lo contrario de lo que dice. Sin inmutarse un milímetro. Sin importarle que le acusen de mentir. Para él la mentira es un simple cambio de opinión que promueve "para beneficiar a los españoles". Igual hasta se lo acaba creyendo. Cualquier ciudadano cabal, en su lugar, sería incapaz de dormir por las noches ante semejante trola. Claro que tampoco iba a dormir si pactaba con Iglesias y no solo se acostó con él sino que hasta se ha encamado con los herederos de ETA y los que quieren quebrar España. Eso Sánchez no lo ve mal. Ya se empieza a hablar de las bondades de una Confederación Ibérica de Naciones: la catalana, la vasca, la gallega y la española. Algo así como lo que se hizo en Yugoslavia antes de que estallara la guerra.
Dirán algunos que una confederación no es posible porque no cabe en la Constitución. A lo que ellos responderán, a través del TC, que sí que cabe y mucho más, pues la Constitución debe adaptarse a los tiempos, y se puede actualizar sin tan siquiera reformarla, simplemente con resoluciones del TC. Sentencias que podrían incluso superar la propia jurisprudencia del tribunal, pues dirán que, igual que la Constitución, se ha quedado obsoleta. La táctica del sanchismo para darle la vuelta al Estado. Explicaba muy bien el catedrático Jiménez de Parga cómo por la vía de la "mutación constitucional" se puede transformar la Constitución sin cambiar su texto. Simplemente a través de las sentencias del TC. En eso está Sánchez. Por eso hoy más que nunca tenemos que entonar el réquiem por el 78. Aquel régimen basado en una convivencia de verdad, es hoy papel mojado.
Antonio Vera.
Cecir que el régimen del 78 está acabado no es descubrir nada que no supiéramos que se iba a producir desde que Sánchez se abrazó al Frankenstein. Algo que intuíamos, pero que muchos rechazaban bajo el argumento de que "tranquilos que eso en España, que es Europa, nunca se va a producir". Bien, pues ya lo tenemos aquí. Por eso el acto sobre el 45 Aniversario de la Constitución, celebrado ayer en el Congreso, no deja de ser una celebración “fake”, una hipocresía más de las que nos tiene acostumbrados el Gobierno. Porque bajo los elogios impostados a la Constitución, lo que subyace de verdad es el ánimo de superarla por la vía de los hechos. Que no pueden ser más evidentes. El Ejecutivo no necesita modificar el texto de la Carta Magna sino que va a actualizarla a través de las sentencias del TC, transformando su contenido, de manera que en la práctica va a ser constitucional todo aquello que diga el alto tribunal, controlado por el Gobierno. No de otra forma se puede entender que sea constitucional una ley como la de amnistía, que es un clamoroso atentado contra el artículo 14 de nuestra Carta Magna, que consagra el principio igualdad de los españoles ante la ley. Artículo que va a quedar como mera declaración de principios, pero que no se va a llevar a la práctica en España. Porque Puigdemont no es igual que nosotros ante la ley. Él y sus compinches van a ser amnistiados por delitos graves simplemente porque su voto le hace falta a Sánchez para gobernar. Puigdemont tiene más derechos que los demás. Puede delinquir, puede malversar, puede declarar la independencia de Cataluña, puede huir de la Justicia, denigrar a España y a los españoles y hacer lo que le venga en gana. Ni va a ser detenido, ni juzgado, ni condenado. Va a ser amnistiado. Porque lo necesita Sánchez para continuar en la Moncloa. Luego la igualdad aquí y hoy es una entelequia. Pese a lo cual, el presidente que nos gobierna se permitió ayer el descaro de decir que en esta legislatura se van a producir grandes avances en igualdad. La hipocresía personificada por quien es capaz de hacer constantemente lo contrario de lo que dice. Sin inmutarse un milímetro. Sin importarle que le acusen de mentir. Para él la mentira es un simple cambio de opinión que promueve "para beneficiar a los españoles". Igual hasta se lo acaba creyendo. Cualquier ciudadano cabal, en su lugar, sería incapaz de dormir por las noches ante semejante trola. Claro que tampoco iba a dormir si pactaba con Iglesias y no solo se acostó con él sino que hasta se ha encamado con los herederos de ETA y los que quieren quebrar España. Eso Sánchez no lo ve mal. Ya se empieza a hablar de las bondades de una Confederación Ibérica de Naciones: la catalana, la vasca, la gallega y la española. Algo así como lo que se hizo en Yugoslavia antes de que estallara la guerra.
Dirán algunos que una confederación no es posible porque no cabe en la Constitución. A lo que ellos responderán, a través del TC, que sí que cabe y mucho más, pues la Constitución debe adaptarse a los tiempos, y se puede actualizar sin tan siquiera reformarla, simplemente con resoluciones del TC. Sentencias que podrían incluso superar la propia jurisprudencia del tribunal, pues dirán que, igual que la Constitución, se ha quedado obsoleta. La táctica del sanchismo para darle la vuelta al Estado. Explicaba muy bien el catedrático Jiménez de Parga cómo por la vía de la "mutación constitucional" se puede transformar la Constitución sin cambiar su texto. Simplemente a través de las sentencias del TC. En eso está Sánchez. Por eso hoy más que nunca tenemos que entonar el réquiem por el 78. Aquel régimen basado en una convivencia de verdad, es hoy papel mojado.