SUPONIENDO QUE SU ADIÓS NO SEA OTRO EMBUSTE MÁS.
Las lecciones que nos deja el coletudo descoletado.
EDUARDO INDA -ACTUALIZADO: 16/05/2021 06:54.
Dios o, más bien, el diablo me libren de comparar al patán de Pablo Iglesias con Napoleón, uno de los franceses más gloriosos de todos los tiempos, si no el más grande. Pero uno, que es perro viejo, no descarta para nada que el lloroso adiós del llorica ultraizquierdista no sea más que la enésima trola. Así como el genial corso fue desterrado a la isla italiana de Elba pero luego regresó en esa patochada que fueron los Cien Días finiquitados en Waterloo, yo pronostico que antes o después el coletudo descoletado intentará volver a la arena política. Claro que si da el paso corre el riesgo de pegarse un bofetón aún mayor por aquello de que segundas partes nunca fueron buenas. Pero, claro, pedir clarividencia a un tipo que no es muy listo es tanto como reclamar que el olmo suministre peras.
Lo que sí espero es que en este país haya racionalidad suficiente para no repetir la pesadilla. Una pesadilla cuya raíz se retrotrae a José Luis Rodríguez Zapatero, tal y como acertadamente apuntó el abogado del Estado Jesús Trillo-Figueroa en su libro El espectro del comunismo: del socialismo a Podemos, publicado en 2015. Tal y como apostilló el tan ilustre jurista como desinteresado amigo, “el radicalismo que trajo ZP es el radicalismo que ha explotado con Podemos”. Cierto. Muy cierto. Zapatero acabó con el Pacto y el Espíritu de la Transición, un gran acuerdo de reconciliación nacional entre vencedores y perdedores de la Guerra Civil mediante el cual todos acordaron mirar hacia adelante y olvidar las salvajadas que unos y otros perpetraron en esa contienda de “malos contra malos”, en afortunada expresión de Stanley G. Payne.
Zapatero fue, asimismo, el que por Rubalcaba interpuesto dio rienda suelta al 15-M a sabiendas de que el marrón subsiguiente no se lo comería ninguno de ellos, ya que estaban desahuciados, sino Mariano Rajoy que escalaba posiciones en las encuestas a velocidad de vértigo. El presidente más simpático, más respetuoso con los medios, pero a la vez más extremista e irresponsable, resucitó el guerracivilismo, se cargó los consensos, convirtió al PP en una suerte de apestado a través de pactos como el del Tinell, y consecuentemente dio alas a personajes que en nuestra democracia no eran más que peligrosos lumpen. Ítem más: él fue a partir de 2014 uno de los ideólogos en la sombra y uno de los grandes responsables de que se normalizara una anormalidad llamada Pablo Iglesias y cía.
Las lecciones que nos deja el coletudo descoletado.
EDUARDO INDA -ACTUALIZADO: 16/05/2021 06:54.
Dios o, más bien, el diablo me libren de comparar al patán de Pablo Iglesias con Napoleón, uno de los franceses más gloriosos de todos los tiempos, si no el más grande. Pero uno, que es perro viejo, no descarta para nada que el lloroso adiós del llorica ultraizquierdista no sea más que la enésima trola. Así como el genial corso fue desterrado a la isla italiana de Elba pero luego regresó en esa patochada que fueron los Cien Días finiquitados en Waterloo, yo pronostico que antes o después el coletudo descoletado intentará volver a la arena política. Claro que si da el paso corre el riesgo de pegarse un bofetón aún mayor por aquello de que segundas partes nunca fueron buenas. Pero, claro, pedir clarividencia a un tipo que no es muy listo es tanto como reclamar que el olmo suministre peras.
Lo que sí espero es que en este país haya racionalidad suficiente para no repetir la pesadilla. Una pesadilla cuya raíz se retrotrae a José Luis Rodríguez Zapatero, tal y como acertadamente apuntó el abogado del Estado Jesús Trillo-Figueroa en su libro El espectro del comunismo: del socialismo a Podemos, publicado en 2015. Tal y como apostilló el tan ilustre jurista como desinteresado amigo, “el radicalismo que trajo ZP es el radicalismo que ha explotado con Podemos”. Cierto. Muy cierto. Zapatero acabó con el Pacto y el Espíritu de la Transición, un gran acuerdo de reconciliación nacional entre vencedores y perdedores de la Guerra Civil mediante el cual todos acordaron mirar hacia adelante y olvidar las salvajadas que unos y otros perpetraron en esa contienda de “malos contra malos”, en afortunada expresión de Stanley G. Payne.
Zapatero fue, asimismo, el que por Rubalcaba interpuesto dio rienda suelta al 15-M a sabiendas de que el marrón subsiguiente no se lo comería ninguno de ellos, ya que estaban desahuciados, sino Mariano Rajoy que escalaba posiciones en las encuestas a velocidad de vértigo. El presidente más simpático, más respetuoso con los medios, pero a la vez más extremista e irresponsable, resucitó el guerracivilismo, se cargó los consensos, convirtió al PP en una suerte de apestado a través de pactos como el del Tinell, y consecuentemente dio alas a personajes que en nuestra democracia no eran más que peligrosos lumpen. Ítem más: él fue a partir de 2014 uno de los ideólogos en la sombra y uno de los grandes responsables de que se normalizara una anormalidad llamada Pablo Iglesias y cía.