¿Siguen siendo necesarios los sindicatos?
Es bastante común escuchar que los sindicatos mayoritarios están vendidos, y en parte es comprensible que muchas personas piensen así. Pero también lo es que en numerosas ocasiones son un instrumento de lucha válido en los conflictos de algunas empresas. Igualmente, en ocasiones puntuales, la movilización de sus bases se produce de forma general, como ocurrió durante la última convocatoria de Huelga General. Sin embargo, lo que caracteriza a la dirección de los grandes sindicatos es su disponibilidad para llegar a acuerdos con el Gobierno y los jefes.
Lo cierto es que en su origen las Comisiones Obreras tenían una estructura mucho más democrática y asamblearia de la que tienen ahora CCOO y UGT, y estuvieron muy implicadas no sólo en las numerosas huelgas que tuvieron lugar durante los últimos años de la dictadura sino también como impulsoras de gran parte de la resistencia política que se generó contra el régimen franquista –a través de demandas no sólo laborales sino también políticas.
Fue precisamente la Transición pactada, que fue aceptada por el PCE –que por aquel entonces ya tenía una gran influencia sobre la clase trabajadora a través de las CCOO–, y la consolidación de un nuevo modelo de sindicato lo que ha dado lugar a la situación que tenemos actualmente. A cambio de este modelo de transición “democrática”, el nuevo Gobierno aseguró la financiación de los sindicatos por parte del estado y un sistema de elecciones sindicales que permitiría que todos los trabajadores pudiesen votar en las elecciones de su centro de trabajo, independientemente de que estuvieran o no afiliados a un sindicato. Esto supuso que a partir de entonces una parte importante de los ingresos de los sindicatos comenzara a provenir de la financiación del estado –en función del número de delegados que tuvieran–, dejando de depender únicamente de las cuotas de los afiliados y afiliadas.
La función de los sindicatos es defender los intereses de la clase trabajadora, siendo la principal herramienta que ésta tiene para conseguir mejorar sus condiciones de trabajo. Es un hecho que en las empresas en las que hay representación sindical los trabajadores suelen tener mejores condiciones de trabajo, salarios más altos, etc.
En Túnez, sectores de base del sindicato del régimen UGTT han liderado gran parte del movimiento que desembocó en la caída de la dictadura. En Egipto los y las trabajadoras han protagonizado en los últimos años la mayor ola de huelgas desde 1946. De hecho, durante los últimos tres años ha habido huelgas todos los días en alguna fábrica de El Cairo o de su provincia. Fue también a través de una huelga de masas y no sólo de manifestaciones multitudinarias como los trabajadores consiguieron ejercer la suficiente presión sobre Mubarak como para derrocarlo.
Este es un ejemplo del papel crucial que siguen teniendo hoy en día los sindicatos, no sólo como la herramienta fundamental de la clase trabajadora para luchar por mejoras laborales, sino también por su importancia en la lucha de clases cuando en el proceso de lucha consiguen conectar las demandas económicas con las políticas, y la clase trabajadora comienza a plantearse que debe ir más allá en sus reivindicaciones laborales.
Este sindicalismo alternativo está representado fundamentalmente por la CGT y por co. bas a nivel estatal y por algunos sindicatos de ámbito nacional como el SAT en Andalucía, la CIG gallega, LAB en Euskal Herria o la IAC en Catalunya, entre otros.
Uno de los principales retos a los que se tiene que enfrentar ahora el sindicalismo alternativo es el de superar el sectarismo que le suele acompañar, y el ser capaces de conectar con las bases de los sindicatos mayoritarios. Porque, si bien es cierto que en muchos casos la cúpula de estos sindicatos ven la negociación con el Gobierno y la patronal como un fin en sí mismo, también lo es que sigue habiendo una capa importante de trabajadores y trabajadoras combativas entre sus bases, como se pudo comprobar en los piquetes y las barricadas que protagonizaron muchos de estos trabajadores el día de la Huelga General del 29-S. Y como también han puesto de manifiesto delegados y afiliados de base de CCOO en un comunicado que hicieron público, mostrando su rechazo al pacto social que han firmado sus dirigentes con Gobierno y patronal.
Sin embargo, esta distinción entre la cúpula conservadora y las bases combativas de los sindicatos mayoritarios no es compartida por sectores de la izquierda sindical pertenecientes a los sindicatos alternativos. Aunque las alianzas en la lucha son frecuentes en el marco de las empresas, frecuentemente la posición general de estos sectores es la de no hacer ninguna distinción entre las bases de los mismos y la burocracia sindical.
Vencer este sectarismo es importante por dos razones: para poder llegar a aquellos militantes de base que desencantados con la actividad de la burocracia pueden en un momento dado romper con estas estructuras y ganarlos al sindicalismo combativo, pero también para empujar a estas bases a que presionen a sus dirigentes sindicales hacia la movilización y la lucha, en lugar de hacia los pactos.
Esto es especialmente importante además porque a pesar del crecimiento que han tenido los sindicatos alternativos desde los años 80, aun no tienen la capacidad suficiente como para poder convocar con éxito una Huelga General por sí mismos – a excepción de ELA y LAB en Euskal Herria–, que sería fundamental para poder frenar las medidas antisociales.
Es bastante común escuchar que los sindicatos mayoritarios están vendidos, y en parte es comprensible que muchas personas piensen así. Pero también lo es que en numerosas ocasiones son un instrumento de lucha válido en los conflictos de algunas empresas. Igualmente, en ocasiones puntuales, la movilización de sus bases se produce de forma general, como ocurrió durante la última convocatoria de Huelga General. Sin embargo, lo que caracteriza a la dirección de los grandes sindicatos es su disponibilidad para llegar a acuerdos con el Gobierno y los jefes.
Lo cierto es que en su origen las Comisiones Obreras tenían una estructura mucho más democrática y asamblearia de la que tienen ahora CCOO y UGT, y estuvieron muy implicadas no sólo en las numerosas huelgas que tuvieron lugar durante los últimos años de la dictadura sino también como impulsoras de gran parte de la resistencia política que se generó contra el régimen franquista –a través de demandas no sólo laborales sino también políticas.
Fue precisamente la Transición pactada, que fue aceptada por el PCE –que por aquel entonces ya tenía una gran influencia sobre la clase trabajadora a través de las CCOO–, y la consolidación de un nuevo modelo de sindicato lo que ha dado lugar a la situación que tenemos actualmente. A cambio de este modelo de transición “democrática”, el nuevo Gobierno aseguró la financiación de los sindicatos por parte del estado y un sistema de elecciones sindicales que permitiría que todos los trabajadores pudiesen votar en las elecciones de su centro de trabajo, independientemente de que estuvieran o no afiliados a un sindicato. Esto supuso que a partir de entonces una parte importante de los ingresos de los sindicatos comenzara a provenir de la financiación del estado –en función del número de delegados que tuvieran–, dejando de depender únicamente de las cuotas de los afiliados y afiliadas.
La función de los sindicatos es defender los intereses de la clase trabajadora, siendo la principal herramienta que ésta tiene para conseguir mejorar sus condiciones de trabajo. Es un hecho que en las empresas en las que hay representación sindical los trabajadores suelen tener mejores condiciones de trabajo, salarios más altos, etc.
En Túnez, sectores de base del sindicato del régimen UGTT han liderado gran parte del movimiento que desembocó en la caída de la dictadura. En Egipto los y las trabajadoras han protagonizado en los últimos años la mayor ola de huelgas desde 1946. De hecho, durante los últimos tres años ha habido huelgas todos los días en alguna fábrica de El Cairo o de su provincia. Fue también a través de una huelga de masas y no sólo de manifestaciones multitudinarias como los trabajadores consiguieron ejercer la suficiente presión sobre Mubarak como para derrocarlo.
Este es un ejemplo del papel crucial que siguen teniendo hoy en día los sindicatos, no sólo como la herramienta fundamental de la clase trabajadora para luchar por mejoras laborales, sino también por su importancia en la lucha de clases cuando en el proceso de lucha consiguen conectar las demandas económicas con las políticas, y la clase trabajadora comienza a plantearse que debe ir más allá en sus reivindicaciones laborales.
Este sindicalismo alternativo está representado fundamentalmente por la CGT y por co. bas a nivel estatal y por algunos sindicatos de ámbito nacional como el SAT en Andalucía, la CIG gallega, LAB en Euskal Herria o la IAC en Catalunya, entre otros.
Uno de los principales retos a los que se tiene que enfrentar ahora el sindicalismo alternativo es el de superar el sectarismo que le suele acompañar, y el ser capaces de conectar con las bases de los sindicatos mayoritarios. Porque, si bien es cierto que en muchos casos la cúpula de estos sindicatos ven la negociación con el Gobierno y la patronal como un fin en sí mismo, también lo es que sigue habiendo una capa importante de trabajadores y trabajadoras combativas entre sus bases, como se pudo comprobar en los piquetes y las barricadas que protagonizaron muchos de estos trabajadores el día de la Huelga General del 29-S. Y como también han puesto de manifiesto delegados y afiliados de base de CCOO en un comunicado que hicieron público, mostrando su rechazo al pacto social que han firmado sus dirigentes con Gobierno y patronal.
Sin embargo, esta distinción entre la cúpula conservadora y las bases combativas de los sindicatos mayoritarios no es compartida por sectores de la izquierda sindical pertenecientes a los sindicatos alternativos. Aunque las alianzas en la lucha son frecuentes en el marco de las empresas, frecuentemente la posición general de estos sectores es la de no hacer ninguna distinción entre las bases de los mismos y la burocracia sindical.
Vencer este sectarismo es importante por dos razones: para poder llegar a aquellos militantes de base que desencantados con la actividad de la burocracia pueden en un momento dado romper con estas estructuras y ganarlos al sindicalismo combativo, pero también para empujar a estas bases a que presionen a sus dirigentes sindicales hacia la movilización y la lucha, en lugar de hacia los pactos.
Esto es especialmente importante además porque a pesar del crecimiento que han tenido los sindicatos alternativos desde los años 80, aun no tienen la capacidad suficiente como para poder convocar con éxito una Huelga General por sí mismos – a excepción de ELA y LAB en Euskal Herria–, que sería fundamental para poder frenar las medidas antisociales.