1.- La primera tensión es la interna gubernamental, por tener que conjugar la política razonable y urgente de lo que hay que hacer en estos momentos -que es lo que los socialistas tratan de implementar-, con las veleidades populistas y demagógicas del sector podemita del Gobierno. Ya lo hemos visto en anuncios y declaraciones extemporáneas de Pablo Iglesias y de otros ministros y líderes de Podemos, como esos desnortados Echenique y Monedero. Si por Podemos fuera, la solución de la crisis se parecería más a una loca huida hacia adelante bolivariana que a la estrategia planificada, sosegada, europea e internacionalista de una democracia occidental. Y esta tensión dentro del Gobierno tiende hacia un desequilibrio que los ministros socialistas y su presidente tienen que corregir a diario, a fin de recobrar la sensatez imprescindible para sacar al país del marasmo.
2.- La segunda tensión es la falta de idoneidad del equipo. Pedro Sánchez diseñó un núcleo duro en Moncloa pensado para la “normalidad” de una legislatura difícil, pero a la que podía sacar réditos electorales si conseguía aprobar los presupuestos y mantenerse en el poder al menos un par de años. Por eso su equipo más cercano está formado por asesores de imagen, “expertos” en comunicación y análogos, con Iván Redondo -al que algún comentarista llama “el dj de Moncloa”- al frente. En un reciente artículo, Lucía Méndez describía así la situación: “Pedro Sánchez está rodeado de asesores y consultores electorales, no de personas que conozcan cómo funciona el Estado y se puedan adelantar a los acontecimientos” (El coronavirus atropella al Gobierno de coalición).
3.- La tercera tensión es la conciencia de las propias carencias. En sus reiteradas comparecencias públicas Pedro Sánchez da la sensación de sentirse desbordado, sobrepasado. Él no estaba preparado para una emergencia como la actual y lo sabe. Pero lo cierto es que, salvo contadas excepciones (Taiwan, Corea del Sur…), nadie lo estaba en el planeta y menos, esos dirigentes populistas como Trump, Bolsonaro o Boris Johnson, cuyas reacciones a la crisis han sido más tardías, temerarias y peores. La expresión de preocupación extrema, casi de angustia, que presenta en ocasiones, la multiplicación de sus canas, su precoz pérdida de lozanía y su repentino envejecimiento son muestra de la formidable lucha interior que Pedro Sánchez afronta consigo mismo cada día para sacar fuerzas de flaqueza, aplastado por la que le ha caído encima.
2.- La segunda tensión es la falta de idoneidad del equipo. Pedro Sánchez diseñó un núcleo duro en Moncloa pensado para la “normalidad” de una legislatura difícil, pero a la que podía sacar réditos electorales si conseguía aprobar los presupuestos y mantenerse en el poder al menos un par de años. Por eso su equipo más cercano está formado por asesores de imagen, “expertos” en comunicación y análogos, con Iván Redondo -al que algún comentarista llama “el dj de Moncloa”- al frente. En un reciente artículo, Lucía Méndez describía así la situación: “Pedro Sánchez está rodeado de asesores y consultores electorales, no de personas que conozcan cómo funciona el Estado y se puedan adelantar a los acontecimientos” (El coronavirus atropella al Gobierno de coalición).
3.- La tercera tensión es la conciencia de las propias carencias. En sus reiteradas comparecencias públicas Pedro Sánchez da la sensación de sentirse desbordado, sobrepasado. Él no estaba preparado para una emergencia como la actual y lo sabe. Pero lo cierto es que, salvo contadas excepciones (Taiwan, Corea del Sur…), nadie lo estaba en el planeta y menos, esos dirigentes populistas como Trump, Bolsonaro o Boris Johnson, cuyas reacciones a la crisis han sido más tardías, temerarias y peores. La expresión de preocupación extrema, casi de angustia, que presenta en ocasiones, la multiplicación de sus canas, su precoz pérdida de lozanía y su repentino envejecimiento son muestra de la formidable lucha interior que Pedro Sánchez afronta consigo mismo cada día para sacar fuerzas de flaqueza, aplastado por la que le ha caído encima.