No tenemos por costumbre ver a un Presidente del Gobierno mostrándose dubitativo, dolido y vulnerable. No es algo que asociemos a lo masculino, sino que queda relegado a las personas consideradas débiles: las mujeres (por emocionales) y los niños (por indefensos) primero. Lo común, lo estipulado, en la «trinchera» pública es usar la violencia, el desdén, el sarcasmo o la ironía, porque «la mejor defensa» es un «buen ataque», lo obligatorio es vencer y para vencer, para ganar, hay que demostrar fuerza, hay que hacer ver que se tiene más poder que el otro, ridiculizándole o humillándole. La humillación es la forma más tradicional de ejercer la masculinidad, es el menoscabo de la dignidad masculina el arma que se utiliza para que los hombres se destruyan entre ellos. Es muy fácil humillar a un hombre, basta con hacer ver que es «poco» hombre, que se «parece» a una mujer o a un niño, que hay algo femenino en él o algo infantil. Son cosas de «chicas», de «adolescentes», de «niños», cosas poco serias.
Pedro Sánchez asume el (calculado) riesgo de desterrar estas dinámicas, bajar los puños, abandonar al matón y decir: esto me afecta, me duele. Estoy herido. Y aunque su carta se tratara de una performance (y qué acto público no lo es) o una estrategia (acaso no es la política institucional una estrategia en sí misma) no deja de ser muy interesante la conversación que se nos propone, lo que nos desvela al hacer algo completamente inaudito. Lo importante no es él, no es el partido al que representa, es que con su gesto nos manda un aviso de que es insoportable la manera en la que nos estamos tratando, que esto lo único que hace es empobrecernos vitalmente y democráticamente, que en algún momento hay que decir que no puedo más, que no quiero más, que aunque seamos adultos, tengamos responsabilidades, aunque nos hayamos construido como seres racionales y sujetos hechos a nostros mismos, infinitos, no deja de ser todo mentira, si hasta Superman tenía su Kryptonita. Sí, Pedro Sánchez es un cobarde por querer huir de un lugar en el que se le hace daño a las personas que quiere. Y, la verdad, ojalá se pusiera más de moda esta cobardía.
Pedro Sánchez asume el (calculado) riesgo de desterrar estas dinámicas, bajar los puños, abandonar al matón y decir: esto me afecta, me duele. Estoy herido. Y aunque su carta se tratara de una performance (y qué acto público no lo es) o una estrategia (acaso no es la política institucional una estrategia en sí misma) no deja de ser muy interesante la conversación que se nos propone, lo que nos desvela al hacer algo completamente inaudito. Lo importante no es él, no es el partido al que representa, es que con su gesto nos manda un aviso de que es insoportable la manera en la que nos estamos tratando, que esto lo único que hace es empobrecernos vitalmente y democráticamente, que en algún momento hay que decir que no puedo más, que no quiero más, que aunque seamos adultos, tengamos responsabilidades, aunque nos hayamos construido como seres racionales y sujetos hechos a nostros mismos, infinitos, no deja de ser todo mentira, si hasta Superman tenía su Kryptonita. Sí, Pedro Sánchez es un cobarde por querer huir de un lugar en el que se le hace daño a las personas que quiere. Y, la verdad, ojalá se pusiera más de moda esta cobardía.
Miy buen mensaje Mari, pero ya ves las reacciones de todos los del PP. No he oido ni a uno, quizás lo haya pero no entre los destacados, mostrar ni un àpice de solidaridad, ni de intenciones de dar un giro a este tipo de politica tan dañina para toda España.
Se está instaurando el odio en la sociedad española como medio de obtener el sillón en la Moncloa y es una pena.
Cuando en el alma del ser humano se instala el odio, esa persona ya es capaz de cualquier cosa y con el resto de personas no solo con el odiado.
España se está enfermando gravemente.
Se está instaurando el odio en la sociedad española como medio de obtener el sillón en la Moncloa y es una pena.
Cuando en el alma del ser humano se instala el odio, esa persona ya es capaz de cualquier cosa y con el resto de personas no solo con el odiado.
España se está enfermando gravemente.