>>>>>Luis Herrero relata la vida prohibida de la hija de la marquesa de Llanzol y Serrano Suñer, los amantes más célebres del franquismo.
Carmen y Ramón empezaron a salir cuando apenas tenían 13 y 15 años. Hasta entonces, ninguno de los dos se había perdido un solo día de la infancia del otro. A los seis años jugaban juntos, a los siete comenzaron a escindirse del grupo, a los ocho ya corrían solos por el campo, a los diez se tumbaban en el suelo a contar estrellas, saltaban olas en la orilla del mar y se adentraban de la mano en la espesura del bosque. La naturaleza fue abriéndose paso poco a poco a través de sus cuerpos adolescentes. Carmen creía que las mujeres se embarazaban por el pecho. Tuvieron que rellenar con respuestas propias los escrupulosos silencios de sus mayores. Todo en ellos comenzó a despertarse al mismo tiempo: la sensualidad, el afecto, la ternura y la inteligencia.
Pero el 28 de diciembre de 1959 las cosas se descabalaron. De un plumazo, Carmen y Ramón tuvieron que acabar con la globalidad de aquel amor insustituible. Habían cruzado sin saberlo la frontera de lo permitido. La ruptura fue brutal. "En un instante pasé de estar plena, habitada por la persona a quien amaba, con la que había descubierto el primer beso, la piel y las estrellas, a la nada. El dolor interno fue inmenso, infinito. Yo noté que algo se me había roto dentro. Algo tremendo hizo crack. Noté ese ruido. Yo noté que algo se me había roto para toda la vida. Fue un dolor muy profundo. Se me partió el alma. Se apagó la luz. Me rompí por dentro. De repente, me quedé sin una sola raíz". Carmen nunca entendió por qué no le advirtieron desde niña que estaba adentrándose en un amor prohibido. "Yo no juzgué nada. El amor no se juzga. Lo que sí pensé es: ¿ustedes como han sido tan insensatos y no me lo hicieron saber?".
Intentó superarlo, pero no pudo. Siguió viendo a Ramón durante varios años. Finalmente, enfermó. Perdió las ganas de seguir viviendo. Entre 1961 y 1964 estuvo en París y Suiza sometiéndose a curas de sueño. Luego probó como monja de clausura. Más tarde huyó a París. Y finalmente, a Costa de Marfil. "Me fui a África porque, si no, no habría salido nunca de esa historia. No fui con ningún afán misionero. Fue un acto de desesperación. Como no podía suicidarme, a pesar de que lo pensé mucho, decidí irme a África porque estaba segura de que allí cogería alguna enfermedad que acabaría con mi vida. Fui a África en busca de la muerte".
Pero no murió. En África comenzaron a cicatrizar sus heridas. Volvió a Madrid en 1967. Pronto se convirtió en una aristócrata rebelde que hizo la tesina sobre la juventud de Pasionaria, corrió delante de los grises, se amigó con miembros de la oposición clandestina y clamó por la legalización del Partido Comunista.
Acudía con frecuencia al Palacio de la Zarzuela y fue en esos años cuando empezó a contarle al futuro Rey lo que ocurría en la calle. Todas las noches hablaba con él por teléfono. Así empezó su aventura política. El príncipe le presentó a Suárez y se fue a trabajar con él, después de obligarle a descolgar el cuadro de Franco que presidía su despacho de director general de TVE, en el otoño de 1969. Siete años después se convirtió en jefa de gabinete del presidente del Gobierno.
En 1999 empezó a escribir su biografía con ayuda de la periodista Ana Romero. No le dio tiempo a contarlo todo. Aún hay muchos vacíos por rellenar.
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