Anda mi amigo Carlos revuelto con la cantidad de 'Ferias' de abril que se celebran en los pueblos de Segovia en la actualidad. Trajes de faralaes, carpa con farolillos, música y bailes flamencos y muchos caballistas que aprovechan el evento para pasear con el jamelgo que cuidan todo el año. Para muchos es la excusa para pasar un buen rato y reunirse en un acto social y festivo más, que busca sitio en el calendario de la localidad, hasta que lleguen las romerías y fiestas patronales.
A Carlos lo que le gustaría es que hubiera fiestas comuneras, donde se bailaran jotas, y nos pusiéramos morados como pendones a comer morcilla, torreznos y chorizo con vino de la Ribera del Duero. Pero no. Triunfa el modo de fiesta andaluza, porque les gusta y punto. Otra cosa es que algunos lo adopten como signo de españolidad y esencia de lo patrio, frente a lo Comunero, que les da cierta peste a rojerío y movida de la Transición.
Cuando veo las 'Ferias' de abril en Castilla, no puedo dejar de acordarme de la película 'Bienvenido Mr. Marshall' del genial Luis García Berlanga. Transforman un pueblo castellano en un otro andaluz, y hasta los vecinos dicen 'miarma', con el fin de engatusar a los americanos que les van a llenar de prebendas y dineros.
Lo cierto es que lo 'Comunero' se ha quedado para nostálgicos y gentes de la progresía local. Vive de un recuerdo de lo que fue en la Transición donde a través de la Autonomía, se solicitaba el pack completo de democracia a la europea tras los grises años de la dictadura. Era cuando la Guardia Civil te atizaba solo por estar en la campa de Villalar recordando a los héroes de la primera Revolución de la Europa moderna. Unos 250 años antes de la Revolución Francesa.
No ayuda el concepto que tenemos de Autonomía, que la entendemos más como una federación de provincias, y que apenas tenemos iconos que nos unan en torno a la idea. Lo más regional que tenemos es la gastronomía a través del sello 'Tierra de Sabor'. Comprar una bandera de Castilla y León es casi imposible en Castilla y León. Baje al chino de la esquina y pida una. Ni tenemos un equipo de fútbol, ni nada que nos identifique como castellanos y leoneses. Cuando un deportista, un artista o un escritor nuestro triunfa es de Salamanca, Soria o Palencia, no de Castilla y León. Y en las manifestaciones de todo tipo, sanitarias, agrarias, contra tal asunto… pocas banderas regionales se enarbolan para reclamar lo que toque.
La autonomía nació en 1983 con fórceps, con León arrastrando los pies; y Segovia entrando por decreto ley semanas después y en plan estos ahí dentro y que dejen de marear, leñe. El recorrido no ha profundizado la autoestima propia. Podemos presumir de tener buenos datos educativos y de bienestar social, y nuestro gran problema es la despoblación. El martes celebramos nuestro día, y un año más estaré atento al Telediario a ver si salen los 20 segundos de rigor de nuestra fiesta entre días del libro, 'san jordis', premios cervantes y demás.
Aquí se vive de lujo, aunque sin lujos. Nuestro carácter no nos permite darnos grandes alegrías y presumir de lo mucho y bueno que tenemos. Por eso a veces nos disfrazamos de andaluces y nos vamos a la Feria de Abril. Pues nada, que Viva Castilla y que el próximo martes ustedes lo celebren bien.
A Carlos lo que le gustaría es que hubiera fiestas comuneras, donde se bailaran jotas, y nos pusiéramos morados como pendones a comer morcilla, torreznos y chorizo con vino de la Ribera del Duero. Pero no. Triunfa el modo de fiesta andaluza, porque les gusta y punto. Otra cosa es que algunos lo adopten como signo de españolidad y esencia de lo patrio, frente a lo Comunero, que les da cierta peste a rojerío y movida de la Transición.
Cuando veo las 'Ferias' de abril en Castilla, no puedo dejar de acordarme de la película 'Bienvenido Mr. Marshall' del genial Luis García Berlanga. Transforman un pueblo castellano en un otro andaluz, y hasta los vecinos dicen 'miarma', con el fin de engatusar a los americanos que les van a llenar de prebendas y dineros.
Lo cierto es que lo 'Comunero' se ha quedado para nostálgicos y gentes de la progresía local. Vive de un recuerdo de lo que fue en la Transición donde a través de la Autonomía, se solicitaba el pack completo de democracia a la europea tras los grises años de la dictadura. Era cuando la Guardia Civil te atizaba solo por estar en la campa de Villalar recordando a los héroes de la primera Revolución de la Europa moderna. Unos 250 años antes de la Revolución Francesa.
No ayuda el concepto que tenemos de Autonomía, que la entendemos más como una federación de provincias, y que apenas tenemos iconos que nos unan en torno a la idea. Lo más regional que tenemos es la gastronomía a través del sello 'Tierra de Sabor'. Comprar una bandera de Castilla y León es casi imposible en Castilla y León. Baje al chino de la esquina y pida una. Ni tenemos un equipo de fútbol, ni nada que nos identifique como castellanos y leoneses. Cuando un deportista, un artista o un escritor nuestro triunfa es de Salamanca, Soria o Palencia, no de Castilla y León. Y en las manifestaciones de todo tipo, sanitarias, agrarias, contra tal asunto… pocas banderas regionales se enarbolan para reclamar lo que toque.
La autonomía nació en 1983 con fórceps, con León arrastrando los pies; y Segovia entrando por decreto ley semanas después y en plan estos ahí dentro y que dejen de marear, leñe. El recorrido no ha profundizado la autoestima propia. Podemos presumir de tener buenos datos educativos y de bienestar social, y nuestro gran problema es la despoblación. El martes celebramos nuestro día, y un año más estaré atento al Telediario a ver si salen los 20 segundos de rigor de nuestra fiesta entre días del libro, 'san jordis', premios cervantes y demás.
Aquí se vive de lujo, aunque sin lujos. Nuestro carácter no nos permite darnos grandes alegrías y presumir de lo mucho y bueno que tenemos. Por eso a veces nos disfrazamos de andaluces y nos vamos a la Feria de Abril. Pues nada, que Viva Castilla y que el próximo martes ustedes lo celebren bien.