>>>>>>>demasiado original con esta división entre la “gente de bien” y la de mal, entre los “españoles de bien” y los demás. Es una visión de España donde no todos los españoles cabemos, una construcción nacional excluyente y antidemocrática que la derecha y la extrema derecha han mantenido desde hace ya siglo y medio. Que empezó a finales del XIX, con aquella definición de la “antiespaña” del reaccionario Marcelino Menéndez Pelayo. Esos malos españoles que el nacional catolicismo identificó con la izquierda y el nacionalismo vasco y catalán. Exactamente igual que hoy.
La nación fue en su concepción una idea progresista. Que arranca con la Revolución Francesa, que convierte a los súbditos en ciudadanos y al pueblo en soberano. Cuando llegó a España, la primera reacción de la derecha fue negar esa posibilidad y defender la monarquía absoluta anterior (y al nefasto Fernando VII, el rey felón). La segunda fue intentar una construcción nacional basada en la identidad católica y en la exclusión de quienes no pensaran igual. De negar la nación –esa idea liberal afrancesada– la derecha española mutó hacia el nacional catolicismo y, después, al franquismo. Y el poso de esa construcción excluyente de la patria sigue vivo en la derecha actual: en sus ideas y en sus discursos. En una visión de España donde media España sobra, porque “molesta” a la España “de bien”.
En 2007, Mariano Rajoy convocó “a los españoles de bien”, a “los españoles normales”, a manifestarse contra ese presidente que acabó con ETA, y al que la derecha insultaba como “zETAp”. En 2019, fue Santiago Abascal quien abogó por dar armas “a los españoles de bien” para que pudieran defenderse (de los españoles de mal, es de suponer). Después fue Pablo Casado quien tachó al presidente de “antipatriota”, “traidor” y “felón”, y llamó a los “españoles de bien” a manifestarse contra Sánchez. Y es ahora Alberto Nuñez Feijóo quien sigue esta nefasta tradición y acoge como propia esa visión excluyente donde quienes no piensan igual que él son malos españoles. Gente sin principios. Gente de segunda. Gente con menos derechos que los demás.
Todo esto, mientras Feijóo apela al centro, al diálogo y a la moderación.>>>>>>>>>>
La nación fue en su concepción una idea progresista. Que arranca con la Revolución Francesa, que convierte a los súbditos en ciudadanos y al pueblo en soberano. Cuando llegó a España, la primera reacción de la derecha fue negar esa posibilidad y defender la monarquía absoluta anterior (y al nefasto Fernando VII, el rey felón). La segunda fue intentar una construcción nacional basada en la identidad católica y en la exclusión de quienes no pensaran igual. De negar la nación –esa idea liberal afrancesada– la derecha española mutó hacia el nacional catolicismo y, después, al franquismo. Y el poso de esa construcción excluyente de la patria sigue vivo en la derecha actual: en sus ideas y en sus discursos. En una visión de España donde media España sobra, porque “molesta” a la España “de bien”.
En 2007, Mariano Rajoy convocó “a los españoles de bien”, a “los españoles normales”, a manifestarse contra ese presidente que acabó con ETA, y al que la derecha insultaba como “zETAp”. En 2019, fue Santiago Abascal quien abogó por dar armas “a los españoles de bien” para que pudieran defenderse (de los españoles de mal, es de suponer). Después fue Pablo Casado quien tachó al presidente de “antipatriota”, “traidor” y “felón”, y llamó a los “españoles de bien” a manifestarse contra Sánchez. Y es ahora Alberto Nuñez Feijóo quien sigue esta nefasta tradición y acoge como propia esa visión excluyente donde quienes no piensan igual que él son malos españoles. Gente sin principios. Gente de segunda. Gente con menos derechos que los demás.
Todo esto, mientras Feijóo apela al centro, al diálogo y a la moderación.>>>>>>>>>>