Una de las palabras que acaban de incorporarse al léxico
español es “prima de riesgo”. La famosa prima no es más que el diferencial en puntos que hay entre el bono español y el bono
alemán, considerado por su seguridad de cobro como bono de referencia.
La prima de riesgo indica indirectamente algo que tiene una expresión mucho más comprensible para todos: el tipo de interés. Hace cuatro años el Estado español remuneraba un 4% a los prestamistas que le dejaban dinero a 10 años. Hoy tiene que remunerar más de un 7% si quiere mantener el grifo del crédito abierto. Por encima del 7% las cosas empiezan a complicarse y el fantasma de la suspensión de pagos aparece amenazador. En esas estamos actualmente.
En la gráfica superior se aprecia como el crédito empezó a encarecerse de una manera alarmante a mediados de 2010, cuando rozó el 5% para luego relajarse durante unos meses. A finales de ese año repuntó de nuevo hasta el 5,5%, trazó en ese nivel una suave meseta y se lanzó de nuevo para arriba en el primer trimestre de este año hasta los niveles actuales.
El tipo de interés al que se coloca el bono indica la fiabilidad del deudor
El tipo de interés al que se coloca el bono indica la fiabilidad del deudor. Cuanto más temen los acreedores un impago más se eleva este tipo. Llega un momento en que, directamente, el mercado de deuda se cierra, se produce un repudio del bono y automáticamente después viene la suspensión de pagos. Para que no tengamos que vernos en esta, el
Gobierno debe dejar de pedir cuanto antes y solo hacerlo para refinanciar lo ya prestado. Eso implica reducir drásticamente el gasto estatal. No existe otra salida.
La losa de la deuda
Los años de vacas gordas permitieron que
España fuese reduciendo paulatinamente deuda externa. Así, a principios de 2008 la situación de nuestro país era muy ventajosa. Equipado con la teoría económica errónea, Zapatero creyó que disparando el gasto público estimularía la actividad económica, pero no fue así. La actividad no se recuperó y lo que tenemos hoy es una deuda sobre el PIB que galopa hacia el 100% del PIB, es decir, que nos haría falta entregar la riqueza que el país produce en un año para saldar nuestras deudas.