Ana:
no tengo un perro, tengo dos. Son muy bonitos, pero nada respetuosos con mi jardín. Hacen socavones en el suelo donde tenemos
plantas. Y me hunden mis flores. Ahí, me da lugar para comprobar lo dura que es la naturaleza. Mis tulipanes están creciendo como si de una montaña rusa se tratase. Que no crecen en terreno llano como antes, lo hacen en desnivel.
Me paso muchos ratos recogiendo sus excrementos pues no están nada educados.
Lo que pasa es que observándolos aprendo de lo que tienen de humanos. He visto la envidia perruna. Curiosamente, aquí, en los
animales, la envidia funciona en forma positiva. El primer perro que nos regalaron se llama Sol y no le gustaba el pan duro. Como Sami no le pone pegas a nada, come de todo; incluso verduras y frutas, ha enseñado a su compañero a
comer por la pura envidia. Sami es el perro perdiguero de
Burgos, y quitando lo de las cacas, es un gran maestro siendo mucho mas joven que el otro. Lo lleva en sus genes, le sale de dentro lo noble y bueno que es. Paciente, hasta más no poder. El otro, come todo lo quiere; y Sami, espera y espera hasta que el otro lo deja comer lo que él ya no quiere. O espera, o se lanza el primero a por la mejor tajada. Es mas inteligente que algunos humanos este perdiguero de pura raza burgalesa. Rápido y vivo a la vez.
A mi no me gustaban los perros pero viendo estos detalles, me conquistan día a día. Y es que la nobleza la valoro mucho en los tiempos estos que vivimos de aves de rapiña, y roedores de todo tipo raza y olores: zorros, gansos, avestruces, buitres... Menos mal que aquí ya abundan las cigüeñas y se comen la mayor parte de las alimañas. Con todo hay comida hasta para los milanos, que ha crecido en los últimos tiempos por lo que he podido observar mirando al cielo.
Saludos Ana y hasta cuando quieras.