Santa Teresa define, la sensación que le produce el dardo o flecha que le lanza el ángel, imagen en la que se inspira Bernini para realizar la estatua del “éxtasis”, así:
“…Veíale en las manos un dardo de oro largo y, al fin del hierro me parecía tener un poco de fuego. Este parecía meterse por el corazón algunas veces, y me llegaba a las entrañas. Al sacarle, me parecía las llevaba todas consigo, y me dejaba toda abrasada en amor grande de Dios. Era tan grande el dolor, que me hacía dar aquellos quejidos; y tan excesiva la suavidad que me pone este grandísimo dolor, que no hay que desear que se quite… No es dolor corporal, sino espiritual, aunque no deja de participar el cuerpo algo, y aun harto. Es un requiebro tan suave que pasa entre el alma y Dios, que suplico yo a su Bondad lo dé a gustar a quien pensare que miento…”
saludos
“…Veíale en las manos un dardo de oro largo y, al fin del hierro me parecía tener un poco de fuego. Este parecía meterse por el corazón algunas veces, y me llegaba a las entrañas. Al sacarle, me parecía las llevaba todas consigo, y me dejaba toda abrasada en amor grande de Dios. Era tan grande el dolor, que me hacía dar aquellos quejidos; y tan excesiva la suavidad que me pone este grandísimo dolor, que no hay que desear que se quite… No es dolor corporal, sino espiritual, aunque no deja de participar el cuerpo algo, y aun harto. Es un requiebro tan suave que pasa entre el alma y Dios, que suplico yo a su Bondad lo dé a gustar a quien pensare que miento…”
saludos