El cristiano debe mantener y defender su libertad de honrar a Dios por encima de toda ley o autoridad política, porque hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. Por tanto, el cristiano, sea en las circunstancias propicias como en las adversas, se mantenga firme en la fe, sin ceder frente a hostilidades, en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman.