El TORO y el OSO son los símbolos bursátiles más reconocidos a nivel mundial.
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Dos figuras que representan polos opuestos, mercados alcistas y mercados bajistas, optimismo y escepticismo, boom económico y recesión. La humanidad gusta de dualismos, de dividir al mundo en fuerzas contrarias para hacer más entendible el caos y los fenómenos externos. Esa tendencia está tan presente en la
economía como en la
religión, la filosofía o la
política. El puesto que en otros sistemas ocupan el bien y el mal, el caos y el orden, la izquierda y la derecha, lo ocupan en el mercado de valores estas dos bestias, el toro y el oso.
Los papeles están claramente divididos: el toro representa los buenos tiempo, periodos de recuperación y auge económicos. Las cotizaciones se disparan, las
inversiones aumentan. Otros factores macro y microeconómicos como el número de
desempleados, los índices de confianza y consumo se muestran amables. El oso, por el contrario, es su contraparte, el antagonista que encarna la cara menos grata de la moneda del ciclo económico, recesión y depresión, donde los activos financieros de desvalorizan (por lo menos formalmente). Muchos, inseguros, intentan vender realizando perdidas.