Los niños, esos angelitos maravillosos, nos dan ejemplo en muchas cosas a los mayores por sus ingenuidad, su bondad, su sinceridad y su pureza.
Virtudes esas que ellos poseen y ponen en práctica siempre exentos de cualquier tipo de condicionante interesada o maliciosa.
Tengo yo la gran suerte de contar con cinco nietos que son mi mayor tesoro y que me llenan de gozo y de alegría cada vez que puedo disfrutarlos teniéndolos a mi lado y escuchando sus sorprendentes e inesperadas manifestaciones.
En una ocasión se encontraba con nosotros en el campo, en una casita de verano que tenemos, mi nieto el mayor que tenía unos tres años. Como hay un terreno bastante grande hay árboles, y espacio para jugar y el estaba muy feliz allí. Le dije: Pablo cuando yo me muera te voy a dejar a ti el Encinar. Y el me contenta. ¡Vale! Pero al instante me dice: Abuelo pero tú no te vas a morir nunca.
Pasados unos años, cuando un hermano suyo tenía la misma edad, en el mismo lugar, repetí la misma escena así que le digo a mi nieto: David cuando yo muera esto te lo voy a dar a ti. Y él me contentó: Abuelo esto se lo das a mi hermano que le gusta más el campo.
Y aquel mismo año, en idéntica situación, le digo a mi nieta: Irene cuando yo me muera esto será para ti y ella me dice: Abuelo y por qué no me la das ahora.
Me quedan dos nietos más, ahora son pequeños pero si Dios quiere cuando tengan tres años les pienso preguntar lo mismo a ver que me dicen ellos.
La respuesta de un niño es impredecible pero no me negaréis que merece la pena escucharla y valorarla. Ojalá los mayores fuésemos niños también en muchas cosas.
... (ver texto completo)