Que si Pilar, que en las tristes calles, hay tiempo para llorar y reír. Que entre tanto llanto y tanto canallesco aullido aun que da un rincón para amar. Y recordar.
Escribía yo hoy que aquel niño andaba hacia la adolescencia muy despacio. pero que en los canpos, entre olivos, entre viñas, diafanas rafágas de viento, movía el vestido de flores de aquella chiquilla.
Cuando la alcancé en el camino de almendros, le saludé con un torpe! hola! Con una timidez que la hizo reir y que hizo mas grande mi azoramiento. No sabía que decir, y de aquellos labios que yo ya miraba a hurtadillas. nacieron y crecieron palabras mágicas. que caían sobre el camino encharcado a casua de un gran tormenta en la tarde. En aquel momento lucía el sol, y al borde de uno de esos charcos, le dije;! Mira, si parecen espejos! se acercó: su figura y la mía quedaron reflejadas. Eres muy guapa-dije, muy serio- En el sendero resonó la risa de ella. La acompañé mucho rato a lo largo del camino, ya desaparecida aquella sensación que me turbaba. Me sentí su amigo. Y pienso que aún lo somos, puesto que un día, que la viera, entre otras abuelas, recordando, aquello:
Alguien del grupo dijo: ¿Quien lo hubiera pensado de ti, con lo rebelde que eras? Dije que mi rebeldía se debía a otras cosas. La que en el encuentro en una tarde fue mi amiga, una mirada de sus ojos me dijeron que me entendía, y solo dijo: ¿Que se puede esperar de un muchacho de doce años? ¿Que se podía esperar de una adolescencia el la que había que aprender todo... hasta las palabras bonitas?
Saludos.
Escribía yo hoy que aquel niño andaba hacia la adolescencia muy despacio. pero que en los canpos, entre olivos, entre viñas, diafanas rafágas de viento, movía el vestido de flores de aquella chiquilla.
Cuando la alcancé en el camino de almendros, le saludé con un torpe! hola! Con una timidez que la hizo reir y que hizo mas grande mi azoramiento. No sabía que decir, y de aquellos labios que yo ya miraba a hurtadillas. nacieron y crecieron palabras mágicas. que caían sobre el camino encharcado a casua de un gran tormenta en la tarde. En aquel momento lucía el sol, y al borde de uno de esos charcos, le dije;! Mira, si parecen espejos! se acercó: su figura y la mía quedaron reflejadas. Eres muy guapa-dije, muy serio- En el sendero resonó la risa de ella. La acompañé mucho rato a lo largo del camino, ya desaparecida aquella sensación que me turbaba. Me sentí su amigo. Y pienso que aún lo somos, puesto que un día, que la viera, entre otras abuelas, recordando, aquello:
Alguien del grupo dijo: ¿Quien lo hubiera pensado de ti, con lo rebelde que eras? Dije que mi rebeldía se debía a otras cosas. La que en el encuentro en una tarde fue mi amiga, una mirada de sus ojos me dijeron que me entendía, y solo dijo: ¿Que se puede esperar de un muchacho de doce años? ¿Que se podía esperar de una adolescencia el la que había que aprender todo... hasta las palabras bonitas?
Saludos.