SOCIALISMO
Cuando hace diez años que ha terminado el siglo XX tan aciago para la humanidad y al mismo tiempo tan deslumbrante por las posibilidades que nos ha brindado, el socialismo democrático resurgirá como la ideología que no solo no tuvo nada que ver con las grandes aberraciones políticas nacidas en el transcurso del pasado siglo, el fascismo y el comunismo, sino que las combatió abiertamente, sufriendo persecución, muerte y campos de concentración, desde una militancia apasionada por la defensa de la libertad y de los valores de la izquierda democrática.
No pesan sobre nosotros los horrores ni del Gulag ni de Auschwitz. Otros no pueden decir lo mismo. Tenemos una historia limpia, no exenta de pecados, algunos graves, pero ninguno de la dimensión de los señalados.
La inmensa mayoría de los logros o avances desde el punto de las libertades logrados que han beneficiado a los trabajadores han sido logros de la socialdemocracia. Debemos seguir trabajando con el convencimiento de que las ideas que defendemos son más justas que otras para alcanzar la dignidad de la persona.
A pesar de los reveses que la historia nos depara seguiremos luchando por la libertad, por la igualdad, la emancipación del ser humano, de la persona.
Una lucha que merece la pena, y en la que podemos encontrarnos con personas que pretenden combatir las injusticias, defender la paz y la tolerancia y trabajar por un mundo solidario y humanista.
Los cambios se suceden muy rápidamente, afectan al escenario internacional desde la economía y los procesos productivos hasta la política, la cultura o las relaciones sociales.
Iniciamos el siglo XXI con numerosas contradicciones no resueltas Junto a índices de crecimiento económico especulativos durante largos periodos, otros de estancamiento de estos índices, que afectan a la calidad de vida de millones de personas, mientras algunos privilegiados se enriquecen cada vez más, va en aumento el número de personas que carecen de la posibilidad de cubrir sus necesidades elementales.
La izquierda se siente con la voluntad que da sentido a su pensamiento progresista de orientar las transformaciones políticas económicas y sociales en una dirección positiva y solidaria para el ser humano. Sin embargo en este tiempo es difícil llegar a definir la naturaleza de los cambios más difícil es acertar con las respuestas adecuadas y coherentes con los valores que han marcado siempre el movimiento socialista durante más de un siglo.
Para la derecha el desafío es más sencillo todo su afán es que el mercado funcione libre de ataduras.
Poco importa que en los ochenta hayan concluido con el agotamiento, con el fracaso de la gran ofensiva neoliberal, que diez años más en los noventa y principios del dos mil con una experiencia desreguladora hayan dejado un saldo de mayor exclusión y desintegración social.
La culpa hay que dejarla en manos del socialismo cuna de todos los males así de simple es para algunos.
Algunos no se acuerdan que venimos de una situación creada por el fascismo y no por el socialismo, que arrastramos treinta años de retraso con relación a Europa gracias a ese fascismo y no al socialismo, que la locura de la cultura del ladrillo y la desregularización del mercado (nuestro gran problema) no es culpa del socialismo y si de la derecha de este país, pero la derecha y en especial los de derechas son frágiles de memoria cuando les conviene, y es muy fácil echar las culpas al socialismo que ha gobernado en este país en los últimos setentaicinco años menos de veinte pero seguimos culpando al socialismo de todo.
Cuando hace diez años que ha terminado el siglo XX tan aciago para la humanidad y al mismo tiempo tan deslumbrante por las posibilidades que nos ha brindado, el socialismo democrático resurgirá como la ideología que no solo no tuvo nada que ver con las grandes aberraciones políticas nacidas en el transcurso del pasado siglo, el fascismo y el comunismo, sino que las combatió abiertamente, sufriendo persecución, muerte y campos de concentración, desde una militancia apasionada por la defensa de la libertad y de los valores de la izquierda democrática.
No pesan sobre nosotros los horrores ni del Gulag ni de Auschwitz. Otros no pueden decir lo mismo. Tenemos una historia limpia, no exenta de pecados, algunos graves, pero ninguno de la dimensión de los señalados.
La inmensa mayoría de los logros o avances desde el punto de las libertades logrados que han beneficiado a los trabajadores han sido logros de la socialdemocracia. Debemos seguir trabajando con el convencimiento de que las ideas que defendemos son más justas que otras para alcanzar la dignidad de la persona.
A pesar de los reveses que la historia nos depara seguiremos luchando por la libertad, por la igualdad, la emancipación del ser humano, de la persona.
Una lucha que merece la pena, y en la que podemos encontrarnos con personas que pretenden combatir las injusticias, defender la paz y la tolerancia y trabajar por un mundo solidario y humanista.
Los cambios se suceden muy rápidamente, afectan al escenario internacional desde la economía y los procesos productivos hasta la política, la cultura o las relaciones sociales.
Iniciamos el siglo XXI con numerosas contradicciones no resueltas Junto a índices de crecimiento económico especulativos durante largos periodos, otros de estancamiento de estos índices, que afectan a la calidad de vida de millones de personas, mientras algunos privilegiados se enriquecen cada vez más, va en aumento el número de personas que carecen de la posibilidad de cubrir sus necesidades elementales.
La izquierda se siente con la voluntad que da sentido a su pensamiento progresista de orientar las transformaciones políticas económicas y sociales en una dirección positiva y solidaria para el ser humano. Sin embargo en este tiempo es difícil llegar a definir la naturaleza de los cambios más difícil es acertar con las respuestas adecuadas y coherentes con los valores que han marcado siempre el movimiento socialista durante más de un siglo.
Para la derecha el desafío es más sencillo todo su afán es que el mercado funcione libre de ataduras.
Poco importa que en los ochenta hayan concluido con el agotamiento, con el fracaso de la gran ofensiva neoliberal, que diez años más en los noventa y principios del dos mil con una experiencia desreguladora hayan dejado un saldo de mayor exclusión y desintegración social.
La culpa hay que dejarla en manos del socialismo cuna de todos los males así de simple es para algunos.
Algunos no se acuerdan que venimos de una situación creada por el fascismo y no por el socialismo, que arrastramos treinta años de retraso con relación a Europa gracias a ese fascismo y no al socialismo, que la locura de la cultura del ladrillo y la desregularización del mercado (nuestro gran problema) no es culpa del socialismo y si de la derecha de este país, pero la derecha y en especial los de derechas son frágiles de memoria cuando les conviene, y es muy fácil echar las culpas al socialismo que ha gobernado en este país en los últimos setentaicinco años menos de veinte pero seguimos culpando al socialismo de todo.