EL SONETO MODERNISTA
Sin duda vendrá de
Francia, del simbolismo y del parnasianismo, la renovada estima por la forma poética del soneto, tras varias décadas de escasa atención en la lírica hispánica. Baudelaire en Les fleurs du Mal, por poner un ejemplo, incluye más de 60 sonetos, la mayor parte en el dodécasyllabe
francés, correlato de nuestro alejandrino. También Mallarmé o posteriormente Rimbaud escribirán sonetos imprescindibles no sólo para el modernismo, sino también para la
poesía de los primeros decenios del siglo XX.
Mención aparte merece la figura de Verlaine, auténtico estandarte de la renovación métrica del modernismo, “liróforo celeste” en palabras de Rubén Darío. No sólo le debemos a Verlaine el redescubrimiento de la figura de Góngora, a quien admiraba a pesar de no haberlo podido
leer en
español, sino también algunos de los sonetos más elegantes y sensuales del siglo XIX. Al contrario que sus compatriotas, el metro predilecto del Verlaine sonetista fue el endecasílabo, exactamente igual que en nuestra tradición peninsular.