En la cotidianidad hay una figura retórica que usamos en gran medida: la ironía. Consiste en expresar lo contrario de lo que realmente queremos decir enfatizando en un tono burlón o falso.
Ejemplos:
¡Me encanta pasar una hora esperando a alguien impuntual!
El olor a basura es realmente delicioso.
¡Tranquilo!, tengo todo el día para escucharte.