5 Agosto 1962
Si vieseis a Afrodita
quizá descubriríais el pánico en sus párpados
y puede ser, un estremecimiento oscuro
de alcohol y de cansancio en sus cuadernos;
un esférico miedo de insomnio ante la nada
y el humo de un pitillo serenando
su última indecisión ante el vacío.
Si vieseis a Afrodita, prendidos vuestros ojos
en sus ojos inmensos, en sus labios,
en su inocente pecho fascinante
y el fulgor infinito de los rayos rizados
de su pelo estelar e inalcanzable,
más viva que ninguna cadavérica
lúgubre bailarina de Degas,
sabríais que hay un vino amoratado
y lívido que recorre sus venas
y huele a soledad número 5
como único vestido sobre sábanas
revueltas de muerte y de silencio.
Y si acaso os hablase os diría un
poema
de abandono y de lobos sobre el puente de Brooklyn,
desde la tierra en que descansa en Westwood Village
y cómo fue arrojada desde la roca Leucade.
A. P. 2010
Alfredo Piquer