mira este poema, quñe bello. No sé si será de Gil de Biedman...
DENTRO DE MI PECHO…
Dentro de mi pecho saltaba una fiera
por el dolor de tus palabras y por las mías.
Hablamos del adiós perpetuo, irremediable
y no podía aceptarlo ni creerlo,
aun siendo terrible verdad.
Recordamos los bellos momentos pretéritos,
el intenso amor, la dulzura, las risas y los besos;
el brillo alegre de tus ojos; tus gruesos labios y
tu pelo largo afroamericano, la figura esbelta
y aquella tremenda juventud…
Yo no era más que un hombre cualquiera;
hablamos del mundo, de la naturaleza, de la
paz del campo y de los árboles; nuestros ojos
parecían por momentos recobrar el pasado…
Hay situaciones del hombre
en las que cuesta trabajo amar
porque daña su interior y tiene que elegir
entre una de dos clases de dolor. Aquellas
sombras abarcaron poco a poco el firmamento
de lo que fundamos sin base ni cimientos.
Poca fe y pocos argumentos
como una tabla entre las olas naufragando
porque no era aquel nuestro barco.
La caridad y el amor nos redimía de tanto daño.
Mirábamos alrededor y veíamos a la gente,
las parejas abrazadas en el parque, los amantes
escondidos de la luz de las farolas
y el mundo seguía girando ajeno a nosotros.
DENTRO DE MI PECHO…
Dentro de mi pecho saltaba una fiera
por el dolor de tus palabras y por las mías.
Hablamos del adiós perpetuo, irremediable
y no podía aceptarlo ni creerlo,
aun siendo terrible verdad.
Recordamos los bellos momentos pretéritos,
el intenso amor, la dulzura, las risas y los besos;
el brillo alegre de tus ojos; tus gruesos labios y
tu pelo largo afroamericano, la figura esbelta
y aquella tremenda juventud…
Yo no era más que un hombre cualquiera;
hablamos del mundo, de la naturaleza, de la
paz del campo y de los árboles; nuestros ojos
parecían por momentos recobrar el pasado…
Hay situaciones del hombre
en las que cuesta trabajo amar
porque daña su interior y tiene que elegir
entre una de dos clases de dolor. Aquellas
sombras abarcaron poco a poco el firmamento
de lo que fundamos sin base ni cimientos.
Poca fe y pocos argumentos
como una tabla entre las olas naufragando
porque no era aquel nuestro barco.
La caridad y el amor nos redimía de tanto daño.
Mirábamos alrededor y veíamos a la gente,
las parejas abrazadas en el parque, los amantes
escondidos de la luz de las farolas
y el mundo seguía girando ajeno a nosotros.